En su repliegue dejaron guarniciones en las plazas fuertes de Santoña, San Sebastián y Pamplona, que fueron inmediatamente sometidas a asedio por las fuerzas aliadas.
El descenso desde este puerto desemboca en la llanura que rodea a la plaza fuerte de Pamplona, cuyo asedio pretende levantar.
En Roncesvalles las fuerzas aliadas, muy inferiores en número, lograron retener a las francesas con fuertes bajas durante el día, pero escaparon durante la noche descendiendo hacia Pamplona, perseguidas con poca decisión por las fuerzas francesas, que tardaban en avanzar por las dificultades del terreno.
[1] A la mañana siguiente, Wellington, ocupado en el sitio de San Sebastián, viaja a toda velocidad hacia el Pirineo navarro para concentrar y organizar sus tropas, reclamando la presencia de la 6.ª división inglesa, que se encontraba distante, en el río Bidasoa.
Esta cresta se prolongaba hacia el este por el alto de Oricáin, más allá del cual, junto a Zabaldica, se situaron los regimientos 40.º inglés y Príncipe y Pravia españoles, que tuvieron una destacada actuación rechazando a la bayoneta una acometida francesa.
Wellesley se dejó ver en solitario recorriendo esta cresta frente a las tropas británicas y portuguesas que lo vitoreaban.
Soult, que no tenía aún desplegadas todas sus tropas, pospuso el ataque hasta la mañana siguiente.
La lucha en la cima de la cresta de Oricáin fue amarga y sangrienta, pero los defensores ingleses y portugueses mantuvieron a raya a los atacantes franceses, aprovechando su posición más alta en los declives del terreno.
[12] Sin embargo, aún llegaban a uno y otro ejército unidades alejadas que trataban de concentrarse con el núcleo principal.
Esto hizo cambiar la estrategia del mariscal Soult, y durante la tarde concibió un nuevo plan de campaña especialmente atrevido: puesto que no le era posible levantar el asedio de Pamplona, quizá pudiera ir hacia San Sebastián y levantar el sitio que sufrían allí las fuerzas francesas.
Parte de las fuerzas francesas tuvieron que alejarse del fuego artillero escalando las colinas, desorganizándose en el intento.
Algo más al oeste, en Beunza y Lizaso, el cuerpo francés mandado por el conde d’Erlon se enfrentaba a las divisiones inglesas mandadas por el general Hill, que a causa del mal tiempo no habían logrado concentrarse aún con el grueso de las tropas de Wellington.
Contra todo pronóstico, el centro aliado sostuvo el ataque, y el flanqueo por Beunza fue dificultado por los bosques, que dispersaban excesivamente a las tropas.