Soult rápidamente reunió un nuevo ejército con las tropas francesas en Andalucía y, junto con los soldados que se retiraban ante Beresford, marchó para acabar con el asedio.
Ambos bandos sufrieron numerosas bajas en un combate encarnizado hasta que los franceses se retiraron el 18 de mayo.
[16] Estas órdenes del emperador francés se basaban en información desactualizada y pedía únicamente una fuerza pequeña, pero cuando el mariscal las recibió la situación había cambiado considerablemente.
Soult estaba ansioso por terminar con el asedio porque le habían informado que Masséna, al mando de un ejército que se desintegraba por la enfermedad, el hambre y un invierno inusualmente frío, se había retirado de Portugal.
[40] Wellington estaba tan preocupado por la ausencia de progresos que decidió iniciar una visita rápida a la región.
[43] Un suceso positivo para los aliados en ese momento fue la llegada de otra fuerza española a la región.
[51] Por ello, el general William Lumley sustituyó a Long al mando de la caballería aliada.
[61] Con una gran concentración de tropas francesas amenazando la localidad, los comandantes aliados mordieron el anzuelo tal y como Soult había previsto, pues enviaron refuerzos para apoyar a Alten.
[63] Sin embargo, Blake no siguió las órdenes de Beresford porque todavía creía que el ataque francés se produciría en su frente.
[65] Al tener noticia del despliegue limitado de Blake, Beresford se apresuró a supervisar personalmente la operación.
Los franceses comenzaron a quebrar y tan solo aguantaron el terreno cuando sus oficiales desenvainaron sables para impedir su retirada.
Una vez más, estos españoles se mantuvieron firmes; sus acciones muy probablemente salvaron a todo el ejército aliado de la destrucción.
Tradicionalmente se ha dicho que la 2.ª División británica juró no dar cuartel a los polacos después de La Albuera.
[83] Por lo general, en un duelo entre la línea aliada y la columna francesa, el mayor volumen de fuego que disparaba la línea, donde cada arma podría dirigirse al frente y a los flancos de la más estrecha columna, podía significar el factor decisivo.
[84] Al comienzo de este combate, el coronel William Inglis del 57.º de Infantería resultó herido, pero rehusó ser trasladado a retaguardia y durante la batalla su voz se pudo oír repitiendo con calma: «¡Morid luchando, 57.º, morid luchando!».
Sin embargo, los franceses tampoco estaban en condiciones de hacer valer su ventaja numérica, porque el nutrido fuego británico había hecho estragos y Girard perdió 2000 hombres durante la confrontación.
[87] El rol del 57.º en esta fase de la batalla fue crucial, aguantando posiciones en completo orden y sin ceder ni un solo centímetro ante la furiosa embestida francesa.
Beresford anotó en su comunicado: «Nuestros caídos, particularmente del 57.º Regimiento, yacían muertos en sus puestos, y todos los heridos en el frente».
[89] En su posterior informe para el emperador Napoleón, Soult afirmó que solo entonces supo que Blake se había unido a Beresford y por tanto se estaba enfrentando a un ejército aliado mucho mayor de lo esperado.
[100] Sin embargo, esta admonición no fue necesaria, porque Latour-Maubourg enseguida colocó a su caballería entre perseguidos y perseguidores.
Con su persecución abortada, portugueses y británicos se detuvieron en los altos que acababan de ganar.
Soult también movió su reserva final, dos potentes batallones de granaderos, para cubrir la retirada y, aunque estos sufrieron mucho por el fuego artillero aliado, ellos y la caballería aseguraron que no se produjeran muchos más combates.
[99] Con algún retraso, Beresford solicitó la intervención de tres brigadas portuguesas e hizo retroceder a los granaderos, pero para entonces Soult había reunido a toda su artillería en una línea contra los aliados y Beresford decidió no arriesgar más sus fuerzas.
Beresford también contaba con la relativamente indemne división portuguesa, la Legión Alemana Real de Alten y varios batallones españoles listos para intervenir.
La capilla de La Albuera se llenó con los heridos franceses, mientras que los muertos todavía yacían repartidos por el campo.
[112][113] Así, ese informe fue debidamente reescrito, aunque Wellington reconoció en privado que otra batalla semejante arruinaría a su ejército.
Giré sobre su derecha, perforé su centro y en todas partes la victoria fue mía, ¡pero no sabían cómo correr!».
El Ejército francés de Portugal, entonces reconstituido al mando del mariscal Auguste Marmont, había unido fuerzas con el Ejército del Sur de Soult, por lo que Wellington se vio obligado a retroceder a la frontera en Elvas con sus 44 000 hombres.
Por otro lado, las relaciones políticas hispano-británicas sufrieron tras la batalla porque Wellington hizo recaer la culpa por las elevadas pérdidas sobre el general español Joaquín Blake, mientras que un mensaje leído en las Cortes de Cádiz dejaba entrever que los británicos habían jugado un rol menor en la batalla, a pesar de sus elevadas pérdidas.
Till others fall where other chieftains lead, Thy name shall circle round the gaping throng, Cuando el peregrino espoleó su corcel en tu llanura, ¿Quién podría pensar que, en breve, aquel paisaje, teatro confuso, sería sangre y tumulto?