Algunos amigos suyos deciden acompañarlo: Álvar Fáñez, Pedro Ansúrez, Martín Antolínez, Pedro Bermúdez etc. Antolínez aporta víveres y consigue un préstamo de los judíos Raquel y Vidas para poder financiar el viaje, empleando en su favor el rumor de que Rodrigo se ha quedado con las parias; así les deja en depósito y garantía dos cofres, en realidad llenos de arena, sin siquiera decirles qué hay en su interior.Primero conquista Castejón y luego Alcocer y, por último, derrota en la batalla de Tévar al conde don Remont, quien, lleno de soberbia por haber sido capturado por esos «malcalçados», se niega a comer hasta que la amabilidad del Cid le hace deponer su actitud.Con cada victoria envía una parte del botín (el llamado «quinto real» ) al rey, a pesar de que no está obligado por haber sido desterrado, pues pretende lograr el perdón real.El Cid campeador se dirige a Valencia, en poder de los moros, y logra conquistar la ciudad.Así, cuando de un prototipo de héroe épico se esperaría una inmediata y sangrienta venganza, en esta obra el héroe se toma su tiempo para reflexionar al recibir la mala noticia del maltrato de sus hijas («cuando ge lo dizen a mio Cid el Campeador, / una grand ora pensó e comidió», vv. 2827-8) y busca su reparación en un solemne proceso judicial; rechaza, además, como buen estratega, actuar precipitadamente en las batallas cuando las circunstancias lo desaconsejan.Por tanto se puede decir que el verdadero tema es el ascenso de la honra del héroe, que al final es señor de vasallos y crea su propia Casa o linaje con solar en Valencia, comparable a los condes y ricos hombres.Así, el Cid es descabalgado o falla algunos golpes, sin que por ello pierda su talla heroica.La verosimilitud se hace patente en la importancia que el poema da a la supervivencia de una mesnada desterrada.Karl Vossler en su Spanischer Brief, publicada en la revista Eranos, en 1924, que dirigió a Hugo von Hofmannsthal señala que «en el Cantar encontramos un espíritu soldático no clerical y un ambiente rudo, optimista y de victoria.La influencia francesa y todo su exterior romántico pierde sustancialidad cuando se llega a comprender su verdadera esencia».Esta forma, también típica de la épica francesa, refleja un recurso útil a la recitación o canto del poema.En el plano fónico se aprecian aliteraciones, rimas internas y otros efectos eufónicos, muy relacionados con la naturaleza oral, recitada o semicantada que tenían estos poemas.En cuanto a la sintaxis, es notable el empleo de las llamadas «frases físicas», que realzan la gestualidad.Los más utilizados para referirse al héroe son: Pero también los afectos y allegados del Cid reciben epítetos.El narrador se posiciona siempre en favor del Cid (toma partido en su alborozo por la llegada, gracias al Campeador, del obispado a Valencia: «¡Dios, qué alegre era todo cristianismo, / que en tierras de Valencia señor avié obispo!», vv. 1305–1306), y contra sus antagonistas, como el Conde de Barcelona, a quien tilda de petulante.En 1863 ya lo poseía el primer marqués de Pidal (por compra) y estando en su poder lo estudió Florencio Janer.En su casa lo estudiaron Karl Vollmöller, Gottfried Baist, Huntington y Ramón Menéndez Pidal, este último pariente del propietario.El manuscrito es un texto seguido sin separación en cantares, ni espacio entre los versos y las tiradas, los cuales se inician siempre con letra mayúscula según la costumbre.En muchas de sus hojas hay manchas de color pardo oscuro, debidas a los reactivos utilizados ya desde el siglo XVI para leer lo que, en principio, había empalidecido y, después, se hallaba oculto a causa del ennegrecimiento producido por los productos químicos previamente empleados.Además localiza varias palabras exclusivas del aragonés, que no podía conocer un autor castellano.Colin Smith, como se dijo, consideró a Per Abbat el autor de la obra.Según Smith, tanto el sistema formulario del Cantar como su métrica son préstamos de la épica francesa.Todas estas cuestiones han sido debatidas por extenso por Alan Deyermond, Antonio Ubieto Arteta, María Eugenia Lacarra, Colin Smith, Jules Horrent y Alberto Montaner Frutos, quien se ocupó de sintetizar todas las propuestas en su edición del Cantar.Así pues, toda una serie de circunstancias históricas y sociales llevan a los investigadores actualmente a la conclusión de que hay un único autor, que compuso el Cantar de mio Cid entre fines del siglo XII y principios del siglo XIII, (de 1195 a 1207) que podría conocer la zona aledaña a Burgos, la Alcarria y la del valle del Jalón, culto, y con profundos conocimientos jurídicos, posiblemente notario o letrado.Por demás, el Cid es también un hombre honrado que posee mala conciencia: se siente incómodo cuando Antolínez engaña a los judíos Raquel e Vidas y se intenta calmar pensando que se ha visto forzado a ello; cuando en el futuro Álvar Fáñez se los vuelva a encontrar, la respuesta no será precisamente la devolución de los fondos: Álvar Fáñez les da largas, simplemente, algo que el Cid, el héroe propiamente dicho, sería incapaz de hacer.Pese a todo, la caracterización de Álvar Fáñez es la de un digno lugarteniente que participa de todas las virtudes del Cid, pero hay una que sobresale en él: es un gran diplomático, por lo cual el Cid lo escoge siempre para enviar sus embajadas ante el rey Alfonso VI con los regalos que son parte proporcional del botín.Los demás capitanes de las mesnadas del Cid bromean por su tartamudez llamándole "Pero Mudo", pero pierde, con un gran golpe de efecto, este freno lingual cuando debe retar a uno de los Infantes en un potente discurso en el tercer cantar, empezando su alocución con el primer refrán que se ha transmitido en la literatura española: "lengua sin manos, cuemo osas fablar".Este acto lo define como "noble"... aunque también subraya esta actitud la generosa sangre del Cid que corre por sus venas.Doña Jimena es bosquejada como una madre piadosa... y como una mujer orgullosa, que ha tenido que soportar una gran vergüenza en su obligada reclusión en el monasterio de San Pedro de Cardeña: "Sacado me habéis, oh Cid, de muchas vergüenzas malas: / aquí me tenéis, señor: vuestras hijas me acompañan, / para Dios y para vos son buenas y bien criadas".Otras versiones rítmicas posteriores en verso está firmadas por Luis Guarner (1940), el medievalista Francisco López Estrada (1954), fray Justo Pérez de Urbel (1955), Matías Martínez Burgos (1955), Camilo José Cela (1959) y Alberto Manent (1968).
Las hijas del Cid
de
Ignacio Pinazo
, 1879. Doña Elvira y doña Sol aparecen atadas en el
robledo de Corpes
tras ser vejadas por sus esposos, los infantes de Carrión.
La
Historia Roderici
, una biografía en latín de hacia 1190, fue una de las fuentes de información que seguramente proporcionó datos históricos al autor del
Cantar de mio Cid
, especialmente para los episodios que transcurren desde la
batalla de Tévar
hasta la lucha con Yúcef, que refleja hechos que se produjeron realmente en la
batalla de Cuarte
.
Folio 74 recto del
Cantar de mio Cid
, donde se puede leer el
éxplicit
«Quien escrivió este libro de Dios paraíso, amen / Per Abbat le escrivió en el mes de mayo en era de mil e. CC XLV años», vv. 3731-3732.