El rey franco Childeberto I decidió intervenir y en 531 invadió la Septimania, derrotando a Amalarico en una dura batalla en Narbona.Sin embargo, tras su victoria Childeberto y su hermana no intentaron ocupar Hispania y regresaron a su reino franco de la Galia —«O bien los francos habían ya conseguido su objetivo al rescatar a la ultrajada reina o bien el vigor de la defensa visigoda les asustó», afirma E.Le sucedió Teudiselo (548-549), el general que había derrotado a los francos siete años antes, pero su reinado fue muy breve porque fue asesinado en Sevilla en diciembre de 549.[19] Durante estos años del reino visigodo arriano «nada menos que cuatro reyes sucesivos fueron asesinados: Amalarico, Teudis, Teudigiselo y Agila.[21] Isidoro de Sevilla escribió sobre Leovigildo: «que afrontó los problemas con los suevos, los pueblos del norte y los bizantinos, devolviendo la grandeza al reino visigodo».Para ello, por primera vez en la historia del reino visigodo, se vistió con ropajes que le distinguieran de sus súbditos y adoptó el ceremonial de la corte del emperador bizantino, poniendo fin así también al fácil acceso que tenían los nobles visigodos al rey, como ocurría con los antiguos jefes germánicos.Isidoro de Sevilla dice que llevaba «ropajes regios y estaba sentado en su trono» (regali veste opertus solio resedit).Con la misma finalidad mandó acuñar monedas totalmente diferentes de las bizantinas, que mostraban el busto del rey y su nombre.Según sus propias palabras, la antigua ley había perdido su fuerza y la revocaba porque no podía dársela de nuevo.Pero la derrota ante los visigodos, que quebrantó la fortaleza militar del reino suevo, y el malestar creado entre la aristocracia del reino por la renovación por el nuevo rey de la fidelidad a Leovigildo jurada por su padre, pudieron ser las causas de que al año siguiente Eborico fuera destronado por su cuñado Andeca y obligado a ingresar en un convento.Como consecuencia de la conquista, fueron establecidos obispos arrianos en Viseo, Lugo, Tuy y Oporto, aunque «no parece que Leovigildo llevase a cabo ninguna acción violenta contra la Iglesia católica del antiguo reino suevo: los obispos católicos continuaron en sus sedes, incluso allí donde se establecieron arrianos».A partir de aquí se sabe que hubo concilios provinciales en Sevilla, Toledo, Narbona, Huesca y Barcelona.En este concilio se puso en marcha la política antijudía, actualizando toda la legislación contra los judíos que fue entregada a los obispos de Illiberis, Jaén, Córdoba, etc.También aparece la irrevocabilidad de la oblatio (todos aquellos bienes y personas cedidas a la iglesia), que no podían ser devueltas.Suintila (621-631) expulsó definitivamente a los bizantinos, con lo que extiende el poder del reino de Toledo por toda la geografía peninsular.San Braulio dice que la zona del Ebro en el 625 volvió a conocer la paz, quedando libre de una pesadilla.En este concilio condena a Iudila y también se trata el problema de Suintila que estaba aún vivo, aunque ya no era rey.Sus hechos se conocerán sobre todo gracias al V y VI Concilios, debido a la nulidad de otras fuentes.Estos serán castigados con la muerte y se les expropiaran sus bienes; esta pena puede ser conmutada por el rey a cambio de la ceguera.Muchos obispos no asistieron a este Concilio, entre ellos san Braulio de Zaragoza (el miembro más ilustre del episcopado hispano).Además se suprimió el principio de inmunidad y fuero, por lo que ahora los obispos estaban obligados a pagar impuestos por sus posesiones.Los tres personajes dirigieron una carta a Chindasvinto proponiendo la asociación al trono de su hijo Recesvinto, para que fuera en vida su corregente y luego, tras la muerte, sucesor suyo.Con este, se construye un derecho común para godos e hispanorromanos, algo, a juicio del historiador José Soto Chica, revolucionario en la época, pues «en una Europa occidental en la que por esos mismos años y durante mucho tiempo aún, cada pueblo (francos salios, francos ripuarios, burgundios, alamanes, galorromanos, bávaros, etc.) se regía por sus propias leyes pese a vivir todos juntos y bajo unos mismos monarcas, los merovingios».Sobre este momento se tiene un amplio conocimiento gracias al documento que ha dejado san Julián de Toledo: Historia excellentissimi Wambae regis.Wamba, en un último intento, pidió a los allí presentes que si alguno tenía algo en contra de su nombramiento lo dijera.Además fueron condenados a muerte por las leyes laicas, pero Wamba respetó la vida de Paulo y los rebeldes como había prometido.Se toman medidas muy duras contra los judíos solicitadas por Égica: Esto no se llevaría a cabo con los judíos de la Narbonense ya que estaban ayudando económicamente a los visigodos contra los francos, además de eran una mayoría en la población, por lo que podían suponer un peligro en posibles alianzas con los francos.[85][86] Puede suponerse que estas medidas en favor de la nobleza perseguida por Égica pudieran haber sido adoptadas en el XVIII Concilio.La monarquía visigoda tampoco fue absoluta, aunque lo pretendió, ni teocrática pese a que los reyes se convertían en representantes de Dios en la tierra.La proporción es difícil precisar y, sin seguridad, se estima en unos 200 000 visigodos frente a unos ocho o nueve millones de hispanorromanos, según Claudio Sánchez-Albornoz.