Algunos autores deducen de las fuentes una cierta simpatía popular hacia Suintila y una mayor oposición a él entre la nobleza.
Suintila fue capturado y encarcelado durante dos años, para después ser desterrado junto con sus esposa e hijos, muriendo de forma natural en 634.
Sisenando tuvo que hacer frente a varias rebeliones afines al anterior rey, sobre todo en la provincia de la Bética.
Geila fue el líder de estos nuevos rebeldes, apoyado incluso por parte del clero, lo que provocó una guerra civil.
Cualquiera que se rebelara, fuera clérigo o noble, sufriría la pena de la excomunión y el destierro.
Sisenando murió en Toledo en el año 636, a los cinco años de su reinado, y le sucedió Chintila.
Según historiadores modernos una ley tan drástica no podría ser implantada, y se refería sólo a los hijos bautizados.