Durante la Edad del Hierro, la península ibérica indoeuropea quedó unificada por el desarrollo de las habilidades metalúrgicas, la lengua y un régimen de subsistencia más o menos pastoril, aunque dividida en varios grupos culturales, con culturas materiales independientes y cronologías diferentes.
Se considera que una de las fuentes de mayor antigüedad sobre la península ibérica es la Ora Marítima, escrito a finales del siglo IV, nos ha llegado por Rufo Festo Avieno,[3] escritor del siglo II, esta obra describía las costas de Europa, desde la Bretaña hasta el mar Negro, donde a la península ibérica se la cita como Ophiussa.
[4][5] En esta obra lo que se señala, es que los pueblos del interior eran menos civilizados y de ascendencia indoeuropea, en oposición a los pueblos íberos de las costas, más conocidos.
[7] No será hasta finales del siglo III a. C. y las dos centurias siguientes, cuando el interés estratégico para Roma haga aumentar la información, no únicamente de orden geográfico, sino también económico, social, religioso, etc.
[10] Los lusones que según Apiano,[11] "habitan cerca del Ebro" y "son vecinos de los numantinos",[12] aparecen en Estrabón al este de la Celtiberia, llegando, como los arévacos a las fuentes del Tagus.
Los bellos y los tittos, son citados de forma conjunta, por las fuentes, señalándose su vecindad.
[14] Entre los celtíberos, que considera más orientales y a su vez más meridionales a vacceos y arévacos que los carpetanos, sitúa una serie de ciudades, vinculadas al Ebro medio, en su margen derecha,[15] junto a otras situadas más al sur, en la actual provincia de Cuenca.