Agila I

Aunque no existe ninguna prueba de relaciones entre los cordobeses y Atanagildo, es muy probable que hubiera una alianza formal o tácita, cuyos términos solo puede intuirse.

Además, con toda probabilidad, los vascones volvían a asolar el valle del Ebro en la misma época.

Si, como se sospecha, Agila encabezaba solamente una facción de la nobleza, debía tener numerosos enemigos.

Teudiselo y Teudis simbolizarían el elemento pangodo, más abierto a las influencias externas, mientras que Agila representaría la reacción nacionalista visigoda.

Es más lógico pensar que si Justiniano deseaba intervenir en Hispania, lo haría apoyando al partido legal.

Al mismo tiempo, los visigodos al mando de su rey Agila marcharon hacia el sur desde Mérida (se supone, pues, a Agila en disposición de tomar la ofensiva aunque tras la derrota ante Córdoba su debilidad debía ser evidente y alentaba las rebeliones).

Como el contingente bizantino era muy escaso y estaría poco interesado en combatir (o probablemente solo distraía a las fuerzas rebeldes en la región de Cartago Nova), el peso de la batalla recayó en Agila, que, inferior a su rival, fue derrotado.

Los bizantinos se fortificarían en algunas ciudades que habían tomado en el momento del desembarco o durante su marcha posterior.

Agila no contaba con aliados: los cordobeses le habían combatido; los francos debieron mantenerse neutrales, o fueron favorables a Atanagildo.

Por tanto, la única esperanza de Agila, a pesar del peligro que entrañaban, serían los bizantinos.

Suponiéndose derrotado a Atanagildo, este se habría retirado con muy pocas fuerzas a Málaga, o habría sido prácticamente derrotado por completo, debiendo refugiarse en Córdoba, que hubo de ser su aliada, formal o tácitamente.

Si se estima que no fue así, se debe a que diversos indicios nos hacen pensar que cuando llegaron los bizantinos, Atanagildo dominaba la Bética y la Carthaginense: la batalla se libró muy pronto cerca de Sevilla (a la cual acudió el rey Agila), y cuando los griegos tomaron Cartago Nova por la fuerza, algunos de sus pobladores notables hubieron de huir.

Unidas las fuerzas griegas y rebeldes, avanzarían hacia Sevilla, estando dirigidos los bizantinos por Liberio, prefecto del pretorio de Arlés.

Tampoco consta su dominación por los bizantinos, salvo en Málaga, si bien tal dominio no está fechado (pero debió de ser bastante temprano, probablemente el mismo 552 o poco después).

Con Córdoba se rebelarían todas las zonas de los alrededores, donde los clérigos, terratenientes y notables hispanorromanos —que sin duda dirigían la revuelta— tenían influencia, y seguramente las zonas montañosas de Sierra Morena, donde siempre era dificultoso establecer un dominio efectivo.

Si, por el contrario, no se acepta tal alianza, hay que suponer a Atanagildo derrotado y refugiado en otra ciudad hasta reunirse con las fuerzas del Imperio Oriental, con las cuales marcharía hacía Sevilla, en poder de fuerzas leales a Agila.

Seguramente los griegos se dedicaron a consolidar su poder en Cartago Nova, Basti, Acci, Abdera, Malaca y la zona del Estrecho, imposibilitando a Atanagildo derrotar a su rival, pero sin conseguir ningún éxito decisivo que hiciera peligrar la posición del rebelde, al que seguiría leal una parte de la Bética y es posible que también una parte de la Cartaginense.

Finalmente Agila fue asesinado en Mérida (marzo de 555) y la nobleza visigoda reconoció a Atanagildo.

Resulta difícil admitir, conociendo los antecedentes y la naturaleza humana, que Justiniano no hubiera tenido parte en la muerte de Agila.

El cambio, según sostienen algunos autores pudo ser la ocupación súbita de Cartago Nova la que motivara el cambio, pero parece probable que esta ciudad fuese ocupada en el verano del 552, o en todo caso en el verano de 555, varios meses después del asesinato.

Por su parte, Justiniano también tenía motivos: culpando a Atanagildo de la muerte del rey, y desaparecido este, quedaba con las manos libres para actuar por su cuenta contra los visigodos, que aún estarían divididos.

Naturalmente, la nobleza visigoda leal a Agila seguramente ignoraba que la guerra en Italia había prácticamente concluido en 554.

Atanagildo seguiría aumentando partidarios y ganando batallas, no siendo de gran ayuda el pequeño contingente bizantino.