Posiblemente fuera hablado como aquí se reconstruye durante el siglo I y al menos la unidad general del continuo dialectal latino parece haber durado al menos hasta finales del siglo III.
El patrón de acentuación del latín clásico era variable aunque generalmente estaba situado en la penúltima sílaba.
En siglos posteriores el dativo y el genitivo se fusionaron para dar lugar a un caso genitivo combinado usado sólo en referencia a los humanos,[28] después de que se confundieran y reanalizaran las terminaciones con /i/ como parte de la clase II.
La clase I ya estaba agrupada en las declinaciones de adjetivos, pero ahora se había fusionado también en sustantivos.
El neutro se reanalizó en los casos singulares, que eran distintivos en latín clásico, con el masculino y en plurales con el femenino, por lo que desapareció de todas los paradigmas y se quedó reducido a la originaria tercera declinación con un tema en -e, ahora analizándose eventualmente como inanimado.
[31] Muchas veces serían analizados como nuevas raíces, por ejemplo: hombre (homō ~ hominem), pastor (pāstor ~ pāstōrem), hermana (soror ~ sorōrem), etc.
La cuarta declinación del latín era usada solo por sustantivos, que al tener la vocal temática /ʊ/ y /u/ se reanalizaron como masculinos, las excepciones femeninas normalmente pasarían a otros grupos.
Estos cambios redujeron la cuarta declinación a un grupo de masculinos y algunas rarezas femeninas.
Sus conjugaciones se construyen sobre tres tallos e implican varias combinaciones de humor, aspecto y tiempo.
[35] Aunque el sufijo latino -ior todavía existía, sólo se usaba en un número limitado de adjetivos.
En su lugar se utilizaron diversas alternativas, como un adverbio de intensificación (mʊ́ltu, bɛ́ne, etc.) o un simple comparativo.
Según Roger Wright, al principio no había distinción entre el latín y el romance, siendo el primero la forma escrita arcaica del segundo.
A medida que las reformas carolingas difundían la pronunciación «correcta» del latín desde Francia a otras zonas de habla románica, los estudiosos locales sintieron la necesidad de idear sistemas ortográficos también para sus propios dialectos, iniciando así la fase literaria del romance medieval.