El dativo se puede aplicar a sustantivos, adjetivos y pronombres, y marca típicamente el complemento indirecto, por lo que sirve para expresar la persona o cosa que recibe el beneficio o perjuicio indirecto de la acción verbal.
Además existen otros usos del dativo, como el de posesión, que se daba por ejemplo en latín vulgar y, en menor medida, en latín clásico.
El uso del dativo era común entre las primeras lenguas indoeuropeas y continúa siendo usado en numerosas lenguas de esta familia, como las eslavas, las bálticas y las germanas, entre otras.
Además, hay lenguas no indoeuropeas que también emplean este caso con formas similares.
En español los nombres no se declinan por caso, solo por género y número, y solo queda un residuo de flexión para el dativo en los pronombres personales de tercera persona: está aún morfológicamente marcado en los pronombres le y les, que indican en la mayoría de los dialectos el objeto indirecto: Yo le vi las orejas (a él o a ella), Yo les di de comer (a ellos o ellas).
Los expertos en gramática están de acuerdo en que los dativos agregados se pueden clasificar en tres grupos, dependiendo del significado que le añaden a la construcción en general y cómo se comportan sintácticamente.
Ejemplo: En está oración el dativo benefactivo es "a su esposa" y nos indica que la esposa es quien recibe el beneficio de que Francisco le haya cocinado una torta.
El dativo posesivo se utiliza en frases con verbos que indican acción hacia algo o alguien.
Sin embargo, existen otras posibilidades sintácticas donde es aplicable el caso dativo.