Vicente de Huesca

Fue denunciado y encarcelado bajo Diocleciano, por lo que la Iglesia lo venera como San Vicente Mártir.

Se originó una sangrienta persecución contra los cristianos, decretada por los emperadores Diocleciano y Maximiano.

En marzo de 303 se publica el primer edicto imperial en este sentido, que llevó a cabo el prefecto Publio Daciano, quien vino de Roma y permaneció en la Península dos años, ensañándose con fanatismo y crueldad en la población cristiana.

La tradición más antigua sobre la pasión de Vicente nos la da el poema V del Peristephanon,[2]​ una oda en honor de los mártires escrita por el poeta calagurritano Prudencio, y datable a finales del siglo IV.

Pero, no pudiendo minar su resistencia, mandó entonces Daciano que fuese desollado y colocado en una parrilla en ascuas.

Continúa diciendo el poema que, para asegurarse la desaparición del cuerpo, Daciano ordenó arrojarlo al mar, en un pellejo, con una piedra de molino; pero el cuerpo fue devuelto a la orilla, siendo de allí recogido y escondido por la comunidad cristiana.

Las tradiciones sobre su posible paradero son diversas, e incluso contradictorias; hay, incluso, quienes defienden que fueron escondidas y nunca salieron de Valencia, y que continúan ocultas en algún lugar del subsuelo de la antedicha parroquia.

Estos restos son los que están contenidos en una arqueta guardada en la catedral[3]​ de la capital portuguesa, cuya diócesis le tiene como patrono principal.

Piedra que la tradición presenta como pedazo de la rueda de molino de San Vicente. Parroquia de Cristo Rey , Valencia.
Azulejos del traslado del brazo de San Vicente a la Catedral de Braga
San Vicente Mártir arrojado al muladar . Escultura en alabastro. Documentado 1533 - Diego de Tredia - Museo de Bellas Artes de Valencia.