Otros términos asociados con él son aparición, embrujo, fantasma, poltergeist, sombra, espectro, espíritu, demonio y necrófago.
Sin embargo, estrictamente un fantasma vendría a ser una entidad espiritual entre el cuarto y quinto tipo por su origen humano, bien diferenciada de otras creencias tales como duendes, diaños, demonios, yōkai, genios, elfos, silfos, hadas y longaevi, restos de religiones desaparecidas a los que Heinrich Heine llamaba "dioses en el exilio".
Por eso aterraba a los romanos navegar por el mar, ya que los náufragos no recibirían honras funerarias, y los marineros solían tener un pendiente de oro para pagar su funeral en caso de que su cuerpo ahogado arribara a la playa.
En las civilizaciones orientales (como la china e india), muchos creen en la reencarnación o transmigración de las almas.
Agregada a esta visión, por ejemplo dentro del Budismo, algunos postulan que los fantasmas serían almas o sus energías que por diversos motivos no transitaron correctamente el estado intermedio del Bardo de la muerte; ya sean por ejemplo porque se rehúsan a ser "recicladas" en el curso del Samsara (ciclo de la reencarnación).
En la creencia china e india, además de reencarnar en otro ser humano, un alma puede también optar o ganarse la "inmortalidad" transformándose en un ser semidiós y puede a través de su elevación espiritual trascender diversos planos o servir a los seres humanos, o bien contrariamente puede bajar al infierno y sufrir ciclos karmáticos.
En Occidente la creencia en fantasmas se fue difuminando desde la creencia irracional en ellos de la Edad Media al escepticismo de la Ilustración en el siglo XVIII, cuando el padre Feijoo, embutido en una lucha sin cuartel contra las supersticiones, llegó a decir que "no hay fantasma ni espectro que no desaparezca al conjuro de una buena tranca".
Este tipo de fantasma está compuesto por la energía espiritual y emociones residuales que en ocasiones dejaría un alma al morir (no siendo el alma del individuo propiamente tal); la cual permanente con los deseos y angustias que tuvo la persona en vida; razón por la cual llegaría a adquirir una forma fantasmal con una conciencia nula, parcial o total dependiendo de la fuerza de la energía que le dio origen.
Entregarían su mensaje a través de sueños o en menor medida como una aparición espiritual.
Como fuente prístina de curiosidad la creencia en fantasmas es tema goloso que ha suscitado mucho negocio editorial, teatral, cinematográfico, radiofónico, televisivo y periodístico, porque se genera habitualmente como un factoide o una leyenda urbana, y por eso supone con frecuencia una atracción turística notable para lugares históricos desconocidos.
Para no ser pseudociencia, la parapsicología moderna, antaño denominada metapsíquica, investiga la psicología del engaño y del sesgo cognitivo, procura documentar físicamente cualquier testimonio de los llamados fantasmas y controlar rigurosamente las circunstancias en que se producen (fantasmogénesis), incluyendo los observadores, alejándose de cualquier prejuicio cognitivo.
Sin embargo, el neurólogo inglés Henrik Ehrsson y el suizo Olaf Blanke reportaron en Nature cómo habían podido inducir la creación de fantasmas usando un electrodo implantado que enviaba corriente a la región del cerebro conocida como gyrus cingulate y las experiencias del científico canadiense Michael Persinger confirman estos extremos y añaden una posible explicación conjeturando una posible reflexión de plasmones desde materiales dieléctricos subterráneos, reactualizando en cierto modo la teoría decimonónica de Kieser.
Richard Wiseman y Susan Clancy han explicado, por otra parte, cómo los factores ambientales pueden influir decisivamente para sesgar la mayor parte de este tipo de experiencias, y magos profesionales como Harry Houdini (A magician among the spirits, 1924) o James Randi han explicado cuán frecuentemente las apariciones se pueden replicar como simples trucos de ilusionismo.
Respecto al cuarto punto, algunos médiums han conseguido recabar un alto porcentaje cierto y verificable de información, algunas veces por procedimientos como la escritura automática o la psicometría.
Estos médiums han logrado recabar información útil para esclarecer desapariciones y crímenes y ayudar a arqueólogos o a personas desesperadas por dramas familiares, como atestiguan los casos de John Edward, Chip Coffey, Anne Germain, Rosemarie Kerr, Sally Headding o Nancy Orlen Weber, entre otros.
Curiosamente, unas pocas personas parecen poseer el don contrario de impedir o desfigurar cualquier inferencia mediúmnica.
Los fantasmas más frecuentes poseen una tipología escindida en cuatro clases: Según el espiritismo o "doctrina espírita", como se decía en el siglo XIX desde que este movimiento fue configurado por Allan Kardec y la teósofa Helena Petrovna Blavatsky, el alma sobrevive a la muerte del cuerpo material y asciende a un nivel superior de existencia.
La labor del médium ha de consistir en orientar y aconsejar para poder cambiar esas actitudes.
Una vez el fantasma ha comprendido, espontáneamente sucede aquello largamente ignorado o no esperado por él, sabe que puede sentirse libre y continuar su camino de evolución en niveles superiores de conciencia y puede seguir su camino en paz creciendo existencialmente hacia otros planos, bien en una forma encarnada o bien en una forma espiritual.
[21] En el vocabulario espiritista no se utiliza la palabra fantasma, sino eidolon, espíritu, ente o entidad.
Dicho cuerpo difuso le proporcionarìa al espectro sensaciones similares a las de la persona viva, obviamente con sus limitaciones, pero sensaciones al fin y al cabo, lo que explicarìa también los casos en los cuales las psicofonìas y otras anomalías captadas en sesiones de espiritismo reproducen frases inconclusas o absurdas como "siento frìo" o "yo, qué estoy haciendo aquí".
La creencia en fantasmas puede ser inducida como alucinación por trastornos como la parálisis del sueño, el efialtes y otras diversas parasomnias, así como por síntomas como la disociación y enfermedades mentales como los diversos tipos de esquizofrenia (oír voces, ver alucinaciones, sufrir delirios) o las distintas afecciones del lóbulo temporal del cerebro, por ejemplo la Epilepsia; por otra parte el escotoma obliga a veces al cerebro a crear delirios inconscientes: fantasea creando imágenes fantasmas en los huecos donde percibe falta de información visual, como han demostrado en otros casos experimentos empíricos sobre percepción; a veces también engaña el cerebro creando historias mediante el síndrome de Korsakov o en condiciones de hipnosis o, más corrientemente, el sueño, fabulando sobre bases reales (en condiciones de hipnosis, se produce un sensible aumento de memoria, se decuplica, o más, por lo cual se pueden recuperar datos que hacen la historia más verosímil).
Hay, por otra parte, leyendas hispánicas de muertos que vuelven a la vida como vampiros bastante anteriores a las rumanas, como la del Conde Estruch (siglo XII) en el Ampurdán o la Guajona en Cantabria.
Se acercaron al género con mayor o menor fortuna Emilia Pardo Bazán, Richmal Crompton, E. F. Benson, William F. Harvey, Richard Middleton, W. Somerset Maugham, Elizabeth Bowen, Robert Aickman, May Sinclair, Walter de La Mare, Thomas Burke, A.
N. L. Munby, Arthur Gray, Barry Pain, Christopher Woodforde, E. G. Swain, Hugh Walpole, John Buchan, L. T. C. Rolt, Simon Raven, Terence H. White, V. S. Pritchett, Omar Pérez Santiago (Allende, el retorno, 2013) y L. P. Hartley.
Explicaciones científicas concurrentes han sido formuladas por Stuart Hameroff o recogidas empíricamente por Raymond Moody.
Demostró que los infrasonidos provocaban una percepción de movimientos a los costados del campo visual.
Algunos participantes, al ser confrontados con sensaciones sensoriomotrices contradictorias, reportaron "sentir la presencia hasta de cuatro fantasmas".
Mediante una resonancia magnética nuclear, se pudo determinar que los cerebros de los sujetos estaban experimentando una interferencia en regiones asociadas a la autoconsciencia y la posición espacial.
Los investigadores demostraron que la sensación de una presencia fantasmal es causada por lesiones en tres regiones ubicadas en el cerebro a nivel de la corteza frontoparietal, las cuales se pueden observar en pacientes esquizofrénicos, o en pacientes sanos expuestos a situaciones extraordinarias.