El antropocentrismo surge a principios del siglo XVI, entrando ya a la Edad Moderna, y se considera como alternativa que reemplaza al teocentrismo.
Por una parte, ha sido empleado en la historiografía, en la cual es un lugar común calificar de antropocéntrico a la cultura renacentista y moderna, en contraposición con el pretendido teocentrismo del Medioevo.
La transición de la cultura medieval a la moderna se concibe con frecuencia como un tránsito de una perspectiva filosófica y cultural centrada en el Dios abrahamico a una centrada en el hombre— aunque este modelo ha sido reiteradamente cuestionado por numerosos autores que han intentado mostrar la continuidad entre la perspectiva medieval y la renacentista.
Esta situación ha dado origen a una extensa discusión acerca del llamado principio antrópico —que, simplificadamente, postula que los valores posibles para las constantes físicas universales están de hecho restringidos a aquellos que permiten la existencia de la especie humana, aunque no haya limitación de principio para que así sea[2]—, y acerca del movimiento del diseño inteligente, que utiliza esta limitación para afirmar que evidencia el designio de una inteligencia superior, artífice del orden del universo.
[3] Este posicionamiento ético del antropocentrismo ha sido replicado por quienes defienden los derechos animales mediante el argumento de casos marginales.