Ella consiguió del rey la promesa de que no la denunciaría por adivinación, sin saber que era él mismo quien la había prohibido, y convocó a petición de Saúl el espíritu del profeta Samuel.
Al ver a Samuel, la bruja supo quién era Saúl y se sintió traicionada, pero tras ser tranquilizada, continuó con el conjuro.
[2] La necromante explicó lo que veía: un viejo sacerdote envuelto en un manto, a quien Saúl reconoció como Samuel.
En la Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, la frase «una mujer con un espíritu» se traduce como «un ventrílocuo».
5 Al ver Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo y su corazón se turbó[a] en gran manera.