Sin embargo, probablemente no fue construida hasta el reinado de su hijo, Ptolomeo II Filadelfo.
Poco después de su fundación, se abrió una segunda biblioteca análoga a la principal, aunque más pequeña.
De ser así, habría contado con salas en línea, frente a una columnata por la que los lectores podrían caminar al aire libre.
[49][50][51] Según el especialista en estudios clásicos estadounidense Lionel Casson la idea subyacente en la organización del Museion era que si los estudiosos se liberaban de los lastres de la vida cotidiana, podrían dedicar más tiempo a la investigación y a las actividades intelectuales.
[49] Estrabón llamó σύνοδος (synodos, «comunidad») al grupo de eruditos que vivían en el Museo.
[50] En una época tan temprana como lo es el año 283 a. C., podrían haber sido alrededor de entre treinta y cincuenta los sabios en este grupo.
[72] La información sobre autores prolíficos como Esquilo, Eurípides, Sófocles y Teofrasto debe haber sido muy extensa, con múltiples columnas de texto.
[78] Aunque Apolonio es más reconocido como poeta, también han sobrevivido hasta nuestros días algunos fragmentos de sus escritos científicos.
[77] Se dice que en esa época Arquímedes observó los ascensos y descensos del caudal del Nilo, lo que le llevó a inventar el dispositivo gavimético conocido como tornillo de Arquímedes, un aparato para transportar el agua desde los lechos bajos hasta las acequias de irrigación.
[82] La obra en sí no sobrevivió, pero muchos fragmentos se conservaron a través de citas en los escritos posteriores del geógrafo Estrabón.
[52] Sin embargo, los escritos de la época señalan que la biblioteca del Serapeum era mucho más pequeña.
[90][99] Durante esta etapa la crítica literaria alcanzó su punto álgido y llegó a dominar la producción académica de la biblioteca.
[100] Aristófanes editó textos poéticos e introdujo la división de los poemas, que anteriormente estaban escritos en prosa, en líneas separadas en la página.
[101] También inventó los signos diacríticos para el alfabeto griego,[90][102] escribió importantes obras sobre lexicografía[68] e introdujo una serie de señas para la crítica textual.
[104][76][105] Una fuente lexicográfica tardía explica que este epíteto se refiere a la clasificación de la poesía basada en formas musicales.
[68] Estos comentarios por lo general citaban un pasaje de un texto clásico, explicaban su significado, ofrecían una definición de las palabras inusuales que se habían utilizado, e indicaban si las palabras del pasaje eran realmente las utilizadas por el autor original o si eran interpolaciones añadidas posteriormente por los escribas.
[114] En Alejandría a partir de mediados del siglo II a. C. el dominio ptolemaico en Egipto experimentó una creciente inestabilidad.
[115] Distintos gobernantes ptolemaicos posteriores utilizaron el puesto de bibliotecario como recompensa política para sus partidarios más leales.
Consecuentemente, quedaba muy poco que los eruditos pudieran aportar de manera original a estos textos.
Entretanto, la erudición alejandrina fue introducida a Roma probablemente en el siglo I a. C. por Tiranión de Amisos (aprox.
[63][119] El platonista ecléctico Plutarco escribió en Vida de César «Cuando el enemigo intentaba cortar su comunicación por mar, [César] se vio obligado a evitar ese peligro prendiendo fuego a sus propias naves, las cuales, después de quemar los muelles, se propagaron desde allí y destruyeron la gran biblioteca».
C..,[116] y que la biblioteca filial del Serapeum probablemente también se amplió durante este período.
C.., Roma se hizo menos dependiente de la producción agrícola egipcia y durante este período los romanos también perdieron interés en Alejandría como centro cultural.
[153] También respetó las estructuras políticas de Alejandría y no puso objeciones a los estrechos vínculos que Hipatia estableció con los prefectos romanos locales.
Algunas fuentes árabes, incluyendo a los historiadores Abd al-Latif al-Baghdadi, Ibn al-Qifṯī y Abū al-Faraj, describen la destrucción de la biblioteca por orden del califa Omar.
En el siglo XII el historiador bizantino Juan Tzetzes escribió, presumiblemente basándose en los comentarios de eruditos que trabajaban en la biblioteca, que cuando se confeccionaron los Pinakes catalogaban cuatrocientos noventa mil volúmenes almacenados en la Biblioteca de Alejandría y cuarenta mil en la del Serapeum.
Las bibliotecas antiguas carecían de inventarios asimilables a los actuales, por lo que si los eruditos deseaban contabilizar no tenían los medios ni el tiempo para hacerlo.
[171] Basándose en evidencia arqueológica, el historiador Lionel Casson calculó cuántos rollos podía albergar una biblioteca antigua según su espacio y arquitectura.
[189] El arqueólogo británico D. G. Hogarth, tras una infructuosa excavación en la región a finales del siglo XIX, dijo que «no esperéis nada de Alejandría» y recomendó a sus colegas que se olvidaran de Alejandría para concentrarse en Grecia y Asia Menor.
[193] La Biblioteca de Alejandría ha contribuido a reforzar una tradición que considera la palabra escrita «un don del pasado y un legado para el futuro».