La Batalla de Rafia se encuadra dentro de la llamada cuarta guerra siria, entre Ptolomeo IV del Imperio egipcio y Antíoco III Megas del Imperio seléucida.
Rebasó la ciudad aludida, Rafah, y acampó de noche, a unos diez estadios del enemigo.
Ambos reyes, acampados ya durante cinco días uno frente al otro, estaban dispuestos a decidir por las armas quién era el dueño de la Celesiria, corría el 22 de junio del 217 a. C. Ptolomeo empezó a hacer salir a sus tropas de su atrincheramiento y así mismo, Antíoco, sacó las suyas para oponérsele.
Después venían los peltastas de Sócrates y, junto a ellos, los africanos armados al modo macedonio (machimoi-epilektoi).
Antíoco, por su parte, colocó a 60 de sus elefantes, mandados por Filipo (amigo suyo de la infancia) delante del ala derecha, en la cual iba él a pelear contra Ptolomeo.
Al resto de los elefantes, Antíoco los colocó delante del ala izquierda; los conducía Músico, que antes había sido paje real.
Pero, por encima de todo, proponían las máximas recompensas para el futuro tanto a los oficiales como a los soldados, para invitarles y exhortarles, así, que en la batalla inminente se comportaran de manera noble y varonil.
Desbaratadas sus líneas, presionaron sobre sus propias formaciones, y entonces la guardia real de Ptolomeo empezó a ceder, oprimida por las fieras, mientras Antíoco desborda con sus jinetes la línea de los elefantes y carga sobre la caballería mandada por Polícrates.
Antíoco pugnaba todavía para explotar su éxito en el ala derecha; Ptolomeo, por su lado, que se había retirado detrás de su falange, se adelantó entonces por el centro; su aparición llenó de pánico al enemigo e infundió gran empuje y coraje a sus hombres.
Antíoco comprendió entonces lo sucedido, e intento correr otra vez al lugar de la lucha con su escuadrón real.
Pero la mayoría se había refugiado en la población, cosa que le forzó a entrar y pasar la noche en la propia ciudad.
Las gentes de estas tierras eran proclives a los reyes de Egipto desde siempre, por lo que parecía natural que se le coronara, hicieran sacrificios y levantaran altares a Ptolomeo.
De modo que, cuando se le presentó Antípatro, primero pronunció algunas amenazas y reproches por la conducta de Antíoco, pero se ánimo a pactar una tregua por un año y envió a Sosibio, con los embajadores para que ratificaran lo acordado.
Ptolomeo pasó tres meses en Siria y en Fenicia (la Celesiria) para poner en orden las ciudades.