Por otra parte, el principal dios de Babilonia era Zeus Belus (Baal Marduk) y es difícil imaginar que hubiera sido asimilado a Serapis en esta ocasión.
Se eligió, pues, un icono típico griego, que fue proclamado el equivalente antropomorfo de una muy venerada divinidad egipcia, el buey Apis, asimilado a Osiris, dios del inframundo (Duat).
La figura griega probablemente tendría escasa influencia sobre las ideas religiosas de los egipcios, pero quizás sirviera como útil lazo entre las dos religiones.
Allí aparecía con los atributos icónicos de Hades, coronado con el modius, esto es, una cesta o medidor de grano —emblema del inframundo—, portando un cetro; a sus pies el can Cerbero y una serpiente.
Según Plutarco, Ptolomeo Sóter robó la imagen en Sinope (actual Sinop en Turquía, ciudad situada a orillas del mar Negro, frente a las costas de Crimea) cuando este dios desconocido le ordenó, en sueños, que lo llevase a Alejandría; aunque probablemente el origen sobrenatural del nuevo culto fue propagado desde los templos oficiales establecidos en la ciudad.
Cuando la imagen llegó a Alejandría, dos sacerdotes, expertos en asuntos religiosos, determinaron que se trataba de Serapis.
Ningún griego podía haber ofrecido una prueba de autenticidad más resonante.
Sin embargo, se ha afirmado que la existencia paralela de los nombres de Sarapis y Osorapis (Userhapi) apunta a un origen independiente para el primero; sin embargo, los dobletes, como Petisis-Petsis, son comunes en los nombres egipcios helenizados.
La forma más correcta suele ser la posterior, hallada en documentos redactados por griegos relacionados estrechamente con los egipcios, mientras que la menos exacta es la forma tradicional, empleada por los griegos puros en textos literarios, corrompida por su escaso conocimiento de la cultura egipcia.