Jano (en latín Janus, Ianus) en la mitología romana es el dios de las puertas, los comienzos y los finales.
Jano es representado con dos caras, mirando hacia ambos lados de su perfil y no tiene equivalente en la mitología griega.
Como complemento, la cara que se le opone a ésta del otro lado de la puerta, es invocada como Jano Clusivio (clusivius) o Clusios.
[2] Cuando los sabinos intentaron tomar el Capitolio, Jano hizo brotar aguas hirvientes sobre los enemigos, repeliéndolos.
En su tratado sobre los Fastos, Ovidio caracteriza a Jano como aquel que en compañía de las Horas custodia las puertas del cielo.