Durante sus diez años en la capital austriaca, Mahler —judío converso al catolicismo— sufrió la oposición y hostilidad de la prensa antisemita.
Introdujo elementos de distinta procedencia como melodías populares, marchas, fanfarrias militares, mediante un uso personal del acorde, entrecortando o alargando inusitadamente las líneas melódicas, acoplados o yuxtapuestos en el interior del marco formal que absorbió de la tradición clásica vienesa.
Con estos antecedentes, el futuro compositor desarrolló un permanente sentimiento de exilio y desubicación, sintiéndose «siempre un intruso, nunca bien recibido».
[8] Desarrolló su habilidad en la interpretación del instrumento suficientemente como para ser considerado un Wunderkind (niño prodigio) y dio su primer recital público en el teatro municipal cuando tenía diez años.
Su hijo no tardó en dar muestras de que estaba naturalmente dotado para este arte: un año después compuso un lied y una polka con una marcha fúnebre introductoria.
[8] En 1871, con la esperanza de mejorar los resultados del chico, su padre lo envió al New Town Gymnasium en Praga, pero Gustav no era feliz allí y pronto regresó a Jihlava.
[12] Asistió a conferencias ocasionales de Anton Bruckner y, aunque formalmente nunca fue su alumno, estuvo influido por él.
Mahler y otros estudiantes afines prepararon una versión para piano de la sinfonía, que fue presentada a Bruckner.
[14] Mahler abandonó el Conservatorio en 1878 con un diploma, pero sin la prestigiosa medalla de plata que otorgaba la institución por logros destacados.
[18] En 1881 fue nombrado director en el Landestheater de Liubliana (en esa época llamada Laibach, en Eslovenia), donde la compañía, pequeña, pero con recursos, estaba preparada para intentar obras más ambiciosas.
[28] Los aires de las canciones segunda y cuarta del ciclo fueron incorporados en la Primera sinfonía, que terminó en 1888, mientras mantenía una relación con Marion von Weber.
Su dirección de Tristán e Isolda cautivó al joven compositor Ralph Vaughan Williams, que «estaba estupefacto y no pudo dormir en dos noches».
[43] Mahler había dejado claro que su meta última era un cargo en Viena y desde 1895 maniobró para conseguir, con ayuda de amigos influyentes, la dirección del Hofoper vienés.
Este, sensible con la situación, escribió a Richter una carta de cortesía para expresar la inquebrantable admiración por el viejo compositor.
[60] Sin embargo, los censores vieneses rechazaron el propósito para representar la controvertida ópera de Richard Strauss Salomé en 1905.
[60][64] En la producción de esta, Mahler ofendió a algunos puristas al añadir y componer una escena recitativa corta en el tercer acto.
[68] En esa época tenía discrepancias con la administración del teatro por la cantidad de tiempo que dedicaba a su propia música, y estaba preparado para marcharse.
[64] A comienzos de 1907 inició conversaciones con Heinrich Conried, director del Metropolitan Opera House, y en junio firmó el contrato, en términos muy favorables, para dirigir en Nueva York durante cuatro temporadas.
Fue criticada por posteriores biógrafos por incompleta, selectiva e interesada, y por proporcionar una imagen distorsionada de la vida del compositor.
[123] Así, los vínculos con la tradición romántica no coartan la inventiva de Mahler apareciendo en su música momentos sumamente irracionales, decadentes o místicos donde se produce una revisión del lenguaje musical.
En muchos aspectos, ello suponía el agotamiento del romanticismo, pero también supuso un referente para la nueva generación de músicos vieneses apasionadamente modernistas.
[127] Mahler ya había abandonado todos los programas explícitos y títulos descriptivos; quería escribir música «absoluta» que hablara por sí misma.
[128] La Sexta sinfonía, inusualmente para Mahler, comienza y termina en la misma tonalidad, la menor, significando que en este caso el conflicto no está resuelto.
Dicho reconocimiento superó incluso al obtenido por su labor como compositor, debido a la falta de comprensión por parte del público que sufrieron sus obras.
[149] En algunas ocasiones, Mahler fue acusado por la arbitrariedad de sus representaciones, dada la gran diferencia existente entre sus interpretaciones y las que el público había presenciado hasta ese momento.
[150] Solía representar obras de compositores entre los que se encontraban Richard Wagner, Ludwig van Beethoven, Franz Schubert, Johann Strauss, Piotr Ilich Chaikovski, Wolfgang Amadeus Mozart o Felix Mendelssohn.
[154] Durante su vida, las obras de Mahler y sus representaciones atrajeron un gran interés pero rara vez tuvieron una aprobación sin reservas.
[164] Anteriormente, en 1916, Leopold Stokowski había realizado el estreno estadounidense de la Octava sinfonía y Das Lied von der Erde en Filadelfia.
Así Dyneley Hussey escribió en 1934 que aunque «las canciones de niños» eran estupendas, las sinfonías se debían dejar pasar.
El resultado son unas interpretaciones originales, que muestran la grandeza de las obras en su conjunto, como una construcción única, sin resaltar detalles secundarios.