[8] Pero Mozart buscaba desesperadamente triunfar en los escenarios, ya que era allí donde se encontraba la verdadera fama y fortuna, y se esforzaba duramente para conseguir encargos, como un pequeño entretenimiento en alemán, Der Schauspieldirektor de principios de 1786, para recuperar la fama que había conseguido en 1782 con la ópera El rapto en el serrallo.
[9] Además, Il barbiere di Siviglia de Paisiello triunfaba en Viena con sesenta representaciones, un récord que ninguna otra ópera había igualado.
Pero era un severo crítico de los malos libretistas y necesitaba un buen tema que le excitara la imaginación.
Por eso haber encargado a Da Ponte que trabajara sobre Beaumarchais resultó ser todo un acierto.
El tercer personaje femenino, sin embargo, puede ser enteramente buffo, así como todos los masculinos, si es necesario».
Tanto Giovanni Paisiello como más tarde Rossini, hicieron sendas óperas bufas que se basaban en ella.
En una carta a la hermana de Mozart, Nannerl, este le avanzaba algunas dudas sobre el proyecto.
Una vez consiguieron la aceptación, los dos se pusieron a trabajar y, según relata el libretista, acabaron en seis semanas.
[9] Pero el mensaje -no se podía hacer de otra manera en aquel tiempo- llega envuelto en sonrisas y reverencias.
[17] Mozart preparó una especie de esquema donde había anotado todas las partes vocales y los instrumentos principales.
Da Ponte suprimió algunos personajes secundarios y desarrolló algunas partes para favorecer la inclusión de arias.
[18] Tanto la obra de teatro como la ópera se pueden leer como un pequeño drama doméstico que tiene lugar en un remoto palacio español.
Es probable que los asuntos domésticos tuvieran, de hecho, más importancia para Mozart en ese momento.
Llevaba actuando en el Burgtheater en pequeños papeles desde que tenía cinco años, y la Barbarina de Le nozze di Figaro (Gottlieb sólo tenía doce años) era claramente uno más de ellos: sólo tiene una pequeña cavatina al principio del cuarto acto.
El emperador quiso ver la escena completa de la danza y al final exclamó: «¡Ah!
El papel de Susanna lo interpretó una cantante inglesa por la que Mozart sentía una cierta debilidad, Nancy Storace.
[21] Sin embargo, tras ocho representaciones,[21] la obra fue sustituida en las preferencias del público vienés por Una cosa rara de Vicente Martín y Soler (1754-1806), que se estrenaba en noviembre.
En Praga, Mozart seguramente pasó el último período feliz y relajado de su vida.
Allí le encargaron una nueva ópera para la temporada siguiente, que sería Don Giovanni.
Sin embargo, ella se encuentra perturbada: el Conde quiere tomar a Susanna antes que su esposo volviendo al derecho de pernada que él mismo abolió y se lo ha hecho saber por medio del maestro de música, Don Basilio.
Don Basilio enreda la situación al revelar que el paje mira a la Condesa de una forma especial.
Susanna le entrega la venda, y regresa a otro compartimento de la habitación para buscar más.
El conde no la cree, por lo cual, ordena a Susanna, quien en realidad es Cherubino, salir de la habitación.
Susanna ve que sigue intacto, y decide esperar al conde en el compartimento donde estuvo Cherubino.
Susanna le explica a la condesa lo que sucedió, y ambas salen victoriosas mientras el conde se lamenta.
Fígaro llega y le avisa al conde que el baile esta listo, sin embargo, Antonio, un jardinero, arruina la coartada de Susanna, diciendo que vio a alguien saltar por la ventana y arruinar sus flores.
Todo queda en misterio para el conde, quien comienza a sospechar nuevamente de la situación.
El conde reflexiona sobre la situación confundido por los eventos precedentes ("Che imbarazzo è mai questo").
Abunda la ópera en dúos, tercetos y concertantes que agilizan la trama, propiciando un estilo casi “de conversación”.
Tiene una estructura sinfónica, formada por seis números independientes y enlazados entre sí con toda la naturalidad que exige el argumento.