La Octava, que marca el final del período «medio», vuelve a una combinación de orquesta y voz en un contexto sinfónico.
[4] La música de los numerosos arreglos sobre los Wunderhorn se refleja en su Segunda, Tercera y Cuarta sinfonías, las cuales emplean efectivos vocales así como instrumentales.
[10] Estos esquemas evidencian que Mahler tenía clara la idea de empezar con el himno latino, pero no había decidido la forma precisa del resto.
[12][b] En comentarios grabados por su biógrafo Richard Specht, Mahler no menciona en ningún momento el esquema en cuatro movimientos que tenía pensado en un principio.
Le contó a Specht que habiéndose encontrado por casualidad con el himno Veni Creator, tuvo una visión repentina de la obra al completo: «Vi la pieza entera inmediatamente ante mis ojos y sólo tuve que escribirla como si me fuese dictada».
[12] La obra fue escrita a un ritmo frenético, «en tiempo récord», según el musicólgo Henry-Louis de La Grange.
Una vez llegó, de acuerdo con Alma Mahler, «el texto completo encajaba con la música perfectamente.
[c] Aunque se realizaron algunas correcciones y cambios en la partitura, apenas hay evidencias de que se hubieran reescrito páginas o hecho modificaciones radicales, a diferencia de anteriores sinfonías al ser preparadas para los ensayos previos al estreno.
La Grange comenta al respecto: «Para expresar su visión cósmica, era [...] necesario ir más allá de los límites y dimensiones anteriormente conocidos».
También se incluyen otros instrumentos: un órgano, un armonio, un piano (también añadido a posteriori durante los ensayos), dos arpas (aunque cuatro serían convenientes), una celesta y al menos una mandolina (pero preferiblemente varias).
En la Parte II los solistas representan papeles dramáticos del texto de Goethe, tal y como se muestra en la tabla siguiente.
[23] La Grange llama la atención sobre la tesitura notablemente alta para las sopranos, para los solistas y cantantes del coro.
[21] Describe los solos de contralto como cortos y sin complicaciones; sin embargo, el papel solista del tenor en la Parte II es extenso y exigente a la vez, requiriendo en varias ocasiones ser oído por encima de los coros.
[20] Mahler llegó a un acuerdo con el empresario Emil Gutmann para que la sinfonía fuera estrenada en Múnich en otoño de 1910.
En algún momento durante los ensayos se volvió hacia nosotros y dijo: 'Si, después de mi muerte, algo no suena bien, cambiadlo.
[21] Sin embargo, el estreno en Múnich de la Octava Sinfonía fue un triunfo sin precedentes, cuando los acordes finales se apagaron hubo una breve pausa antes del enorme estallido de aplausos que se prolongó durante veinte minutos.
La obra fue interpretada de nuevo ocho años más tarde por los mismos efectivos; entre los presentes en la audiencia se encontraba el joven compositor Benjamin Britten.
[41] Tras 1950, el creciente número de interpretaciones y grabaciones significaban que iba creciendo en popularidad, pero no todo eran críticas favorables.
[33] Una vez se sintió inspirado por la idea del Veni Creator, Mahler pronto vio el poema Fausto como la contraparte ideal al himno latino.
[54] La unidad entre las dos partes de la sinfonía se establece, musicalmente, en la medida en que comparten material temático.
[44] Al componer la partitura, Mahler abandonó temporalmente los elementos de mayor progresividad tonal que habían aparecido en sus obras tempranas.
[44][57] Tras su primera declaración declamatoria, los dos coros entablan un diálogo cantado, que termina con una corta transición hacia un extenso pasaje lírico, «Imple superna gratia», una petición para la gracia divina.
[57] Este nuevo ambiente menos seguro es superado al reanudarse el tema «Infirma nostri corporis», esta vez sin los coros, en un tenue eco en re menor de la invocación inicial.
El primer coro de niños continúa, en un humor alegre, mientras la música reúne fuerza y ritmo.
Los acordes que se repiten en esta sección recuerdan a Parsifal de Richard Wagner.
[53] Esto sirve de transición para preparar el final, el Chorus Mysticus, que comienza en mi bemol mayor de manera casi imperceptible, lo que Mahler escribe con la siguiente notación Wie ein Hauch, «como un soplo».
[59] El sonido aumenta gradualmente en un crescendo, mientras las voces solistas se unen o contrastan con los coros.
[52] En 1906, Mahler firmó un contrato con la compañía editorial vienesa Universal Edition (UE), que, por tanto, se convirtió en la principal editora de todas sus obras.
[61] Una versión rusa, publicada en Moscú por Izdatel'stvo Muzyka en 1976, fue reeditada en Estados Unidos por Dover Publications en 1989, con textos y notas en inglés.
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