Sin embargo, sus padres insistieron en que estudiase Derecho en lugar de música y lo enviaron a Leipzig.
Por ello fue despedido de su trabajo en Zúrich, pero al mismo tiempo ya comenzaba a ganar renombre por su habilidad para dirigir sin partitura obras nuevas y complejas.
Ofreció el estreno mundial del Concierto para piano nº 1 en Boston en 1875, una jornada tempestuosa deslucida por los abucheos, interrupciones e insultos.
Sus interpretaciones cuidadosas, sensibles y profundamente musicales lo convirtieron en el prototipo del director virtuoso que floreció en fecha posterior.
A fines de los años 1880 se estableció en Hamburgo, pero continuó realizando giras, tanto como director como pianista.