Ragnarök, en la mitología nórdica, se refiere a una guerra profetizada de los dioses que trae consigo el fin del mundo.
El título de esta última ópera del Ciclo, como ocurre con Sigfrido, probablemente no se fijó hasta 1856.
[5] Este nuevo borrador en prosa fue realizado casi enteramente dialogado, gran parte de lo cual muy cercano a lo que sería la forma final en verso.
Fue en este momento cuando apareció por vez primera el episodio conocido como «La vigilancia de Hagen» (la sección final del acto I, escena segunda).
En 1852 Wagner finalmente decidió que el nombre del ciclo completo sería Der Ring des Nibelungen.
[8] La escena final del Anillo probablemente causó a Wagner más preocupaciones que ninguna otra.
Reescribió el texto varias veces y nunca estuvo clara su idea definitiva al respecto.
No habría copia final de esta ópera, la final del ciclo, de manera que pasaron los tres actos por tres etapas solo: borrador preliminar (Gesamtentwurf), borrador orquestal (Orchesterskizze) y partitura completa (Partiturerstschrift).
En algún momento en 1871 o 1872 Wagner hizo un borrador en verso del llamado «final Schopenhauer» para el acto III, pero no lo acabaría usando.
Mientras musicaba este acto, decidió que Gutrune debía morir (en borradores anteriores ella simplemente se desmayaba).
Son las tres Nornas —Urd, Verdandi y Skuld— congregadas junto a la roca de Brunilda, tejiendo la cuerda del destino.
La tercera canta que Wotan ha hecho amontonar los pedazos del tronco alrededor del Valhalla, si acaso arden, llegó el fin para siempre y vaticina el cercano fin de los dioses, en un incendio colosal que consumirá su reino.
Brunilda envía a Sigfrido en busca de nuevas aventuras, pidiéndole que siempre tenga presente su amor.
Hagen sugiere como esposa para Gunther a Brunilda, la mujer más hermosa del mundo, que reside en una montaña rodeada de fuego; y a Sigfrido, el más famoso de los héroes, como marido para Gutrune.
Mientras se retira Gutrune, entra Sigfrido, y dirigiéndose a los dos hombres, les pregunta cuál de ellos es Gunther, cuya fama ha oído ensalzar.
Ignorando la conspiración, Sigfrido bebe la poción, dedicando un recuerdo a su amada Brunilda, la cual se borra instantáneamente de su memoria.
Sigfrido queda inmediatamente prendado de la bella Gutrune y le pide a Gunther que se la conceda por esposa.
El Tarnhelm, yelmo cuya virtud mágica ha revelado Hagen, servirá para que Sigfrido tome la figura de Gunther engañando a Brunilda.
Llega Sigfrido, que ha tomado la apariencia de Gunther usando el Tarnhelm, y reclama a Brunilda como esposa.
Se abren las puertas y acuden tumultuosamente, creyendo que son llamados a la explanada del palacio para combatir, pero en seguida prorrumpen en exclamaciones de alegría al saber que van a festejarse las bodas del soberano y las de Gutrune.
Los vasallos los aclaman mientras el rey avanza llevando de la mano a la novia, con aspecto triste y sin levantar la vista del suelo.
En ese instante Brunilda alza los ojos y se queda estupefacta al divisar a Sigfrido entre los presentes.
Abochornado y avergonzado, Gunther aún vacila: Sigfrido es su hermano de armas, han hecho un juramento juntos, no puede creerlo.
Ella, convencida de que un héroe tan grande nunca daría la espalda al enemigo, dejó los hombros libres del sortilegio.
Solo las aguas del Rin podrán purificar el oro y librar al mundo de la maldición.
Si tuviera que vivir esclavizado por el temor, arrojaría su vida como un puñado de tierra al viento.
Se escucha el leitmotiv del despertar de Brunilda mientras Sigfrido canta a la novia divina.
Hagen está de pie en el lateral opuesto, apoyado desafiante en su lanza y escudo, sumido en sombríos pensamientos.
Brunilda da órdenes para que se eleve una pira funeraria junto al río, adornada por las mujeres con lienzos, ramajes y flores.
En la orquesta crepita y surge con inusitada brillantez el leitmotiv del fuego, que se presenta con sonoridades cada vez más intensas.