Los alamanes abandonaron el curso superior del Rin, que fue ocupado por los francos ripuarios ante la ausencia de interés de Clodoveo, que dejó todo a su aliado y eso le permitió recabar luego su ayuda, y la sus sucesores, estableciendo así la hegemonía franca sobre ese pueblo.
El reino de los burgundios, aliado por su matrimonio con Clotilde, así como la Provenza, todavía le separaban del Mediterráneo.
Instalará su capital en París alrededor del 507, aunque esta era solamente simbólica, ya que en ese momento el reino franco no tenía ningún tipo de administración.
Así reunió: A Clotario II se le atribuye la construcción de un castillo en Clichy en Hauts-de-Seine, un sitio probablemente descubierto durante una cacería.
Cuando falleció Dagoberto III en 1715, los neustrianos convirtieron a un oscuro monje llamado Daniel en rey merovingio que se impuso dificultosamente bajo el nombre de Chilperico II.
Cuando Teoderico IV murió en 737, Martel ya era tan influyente que pudo prescindir de un rey hasta su propia muerte en 741.
Hasta ese momento el ejército había estado formado únicamente por hombres libres, criados en los condados en tiempo de guerra.
El viejo ejército de hombres libres no Poco antes de morir en octubre del 741, Carlos Martel dividió el reino entre los dos hijos que había tenido con su primera esposa como si fuera un rey, marginando a su hijo menor Grifón, que recibió una pequeña porción (se desconoce exactamente cual).
Cuando accedió al poder, acababan de comenzar las misiones anglosajonas entre los germanos paganos más allá del Rin, lideradas por san Bonifacio.
Pipino le mostró inmediatamente un celo y una benevolencia a los que los apóstoles del cristianismo no estaban acostumbrados.
Para llevar a cabo el golpe de Estado era necesario ampararse en la máxima autoridad moral que existiera, obteniendo la aprobación del pontífice romano.
El último descendiente de Clodoveo I, Childerico III, fue tonsurado y enviado a un monasterio donde terminó sus días.
[14] Al igual que otros pueblos germánicos del siglo V, la institución real nació entre los francos por el contacto con Roma.
Los diversos pueblos germánicos, fragmentados y multiétnicos, construyeron su cohesión cristalizando su identidad en torno a una figura real que actuó como «núcleo de tradición» (Traditionskern).
La realeza merovingia, como muchas otras, requería, para legitimarla, de un ritual que expresase y generase el consenso.
En el Antiguo Testamento se lee que la consagración a Dios implicaba la renuncia al corte de pelo.
Este proceso llamado «recomendación» exigía del protegido que sirviese a su protector de acuerdo con un contrato sinalagmático.
En cada ciudad, junto a los condes, también estaban los obispos, oficialmente elegidos libremente por sus conciudadanos, pero cuya elección requería, de hecho, el consentimiento del rey.
[24] Estos obispos tenían un dominio absoluto sobre las finanzas y el clero de su diócesis, así como sobre los dominios pertenecientes a sus iglesias y, a medida que el poder central se debilitaba, estos obispos emergieron como la única fuente verdadera de autoridad y se convirtieron en los verdaderos gobernantes del país, manteniendo ese papel bajo los primeros reyes merovingios, que no tenían ni los recursos ni la organización propios de una sociedad civilizada.
En ese momento, los cónyuges aún no estaban obligados a que un sacerdote bendijera su matrimonio, aunque esa práctica era común.
Muy pronto este ya no pudo imponer sus elecciones; por tanto, solo podía validarlas a petición del general que asumía el mando tras la muerte de su predecesor.
Por ello a la muerte del rey, el reino se dividía entre sus hijos varones, incluso aunque una mujer pudiera heredar un dominio en plena posesión y no simplemente como usufructuaria.
Esta reflexión no debe ocultar la realidad de los conflictos sangrientos en la dinastía merovingia al final del siglo VI.
Esta disputa familiar, en gran parte alimentada por el odio entre sus respectivas esposas, Brunegilda y Fredegunda, se convirtió rápidamente en una guerra civil (conocida como faide real).
Los pueblos del interior conservaron una burguesía de comerciantes entre los, en el siglo VI, se conoce que eran notables, ricos e influyentes.
Frente al reino empobrecido, poseía, junto con la tierra, riqueza y autoridad; solo le quedaba tomar el poder.
Si llegaban a la madurez, se casaban y producían hijos casi anualmente (pues la tasa de mortalidad infantil era muy alta).
Los niños que morían sin ser bautizados eran, por tanto, enterrados como no cristianos, fuera del recinto sagrado.
Fuera de la mesa, los «entremets» tocaban música y mantenían ocupados a los invitados, ya que la comida podía durar varias horas.
Los genealogistas han intentado durante mucho tiempo encontrar descendientes desconocidos, pero no se ha sacado a la luz ninguna certeza.