Los austrasios vencieron y como consecuencia dominaron desde entonces la política de la vecina Neustria.El reino franco se reunificó entonces bajo el cetro de Teoderico III, que heredó Austrasia en 679.[10] Las consecuencias principales de la batalla fueron: la mengua de la autoridad real, puesto que un merovingio había perdido nuevamente en el combate; la hegemonía de Austrasia sobre el resto del reino, que permitió posteriores conquistas en el este y traspasar el centro de poder a Aquisgrán, capital del Imperio carolingio; la toma del poder efectivo por los pipínidas, que se plasmó en la asunción del título de dux et princeps Francorum por Pipino; y, finalmente, la supremacía personal del propio Pipino, que reinó en la práctica sobre los francos durante veintisiete años, como afirma una crónica.Pipino dedicó lo que quedaba del siglo VII y el comienzo del siguiente a afianzar la restaurada hegemonía franca en Alemania, mediante la subyugación a los francos de los frisios, sajones, alemanes, suebos, turingios y bávaros.Su etapa como mayordomo marca el principio del período de poder carolingio en el reino franco.