El crecimiento poblacional o crecimiento demográfico es el cambio en la población en un cierto plazo, y puede ser contado como el cambio en el número de individuos en una población por unidad de tiempo para su medición.
Específicamente, la tasa de crecimiento demográfico se refiere ordinariamente al cambio en la población durante un período expresado a menudo como un porcentaje del número de individuos existentes en un país o lugar a fines de un inicial en el mismo año.
La manera más común de expresar el crecimiento demográfico es mostrarlo como una razón aritmética, y no como porcentaje.
Una positiva razón aritmética o (tasa) del crecimiento indica que la población está aumentando, mientras que un cociente del crecimiento negativo indica la declinación de la población.
Un cociente del crecimiento de cero indica que había el mismo número de gente en los dos tiempos —la diferencia neta entre los nacimientos, las muertes y la migración es cero—.
El equilibrio en una población puede ser afectado por diversos factores: Se dice que una población está en equilibrio cuando el crecimiento poblacional es cero.
El concepto crecimiento poblacional cero o crecimiento cero de la población (en inglés zero population growth) se atribuye al demógrafo estadounidense Kingsley Davis aunque la autoría es reclamada por George Stolnitz.
[5][6][7] Sin embargo, el concepto de población en equilibrio resulta cuestionable en sí mismo y tampoco la idea de la tasa de crecimiento o puede llegar a mantenerse durante un período, aunque este sea relativamente breve.
[8] El crecimiento urbano supone una contradicción al desarrollo sostenible, pues los incrementos de las zonas urbanas, que se han visto crecer de forma exponencial, se ven reflejados en la reducción de recursos naturales y energéticos, por lo que es necesario establecer una planificación ante este aumento del área de las poblaciones urbanas a través de instrumentos que supongan un crecimiento óptimo en el desarrollo local y social, así como en la protección del medio ambiente.
[10] La necesidad que tiene un Estado para la organización y desarrollo de la población y la conservación ambiental, se da a través de políticas con perspectivas político-sociales, económicas, ambientales y culturales, las cuales siguen una perspectiva sistémica, prospectiva, democrática y participativa, dando como resultado el instrumento que también funge como política del Estado, que es el ordenamiento territorial.
[11] Este instrumento entonces estaría buscando la disposición correcta, equilibrada y armónica de los componentes del territorio, sobre todo de los componentes antrópicos, para que así los impactos que las actividades humanas tienen sobre el medio ambiente, se puedan tanto prevenir, como aminorar.
[15] Sin embargo la Geografía tiene que formular objetivos y metodologías que respondan al contexto del siglo XXI, ya que las problemáticas contemporáneas corresponden a temas de importancia que incluyen los riesgos, vulnerabilidad, distribuciones territoriales de la biodiversidad, planificación y uso de suelo, análisis del paisaje, entre muchos otros, que necesitan de una mirada que esté enfocada a una internacionalidad entre los elementos que configuran el espacio geográfico y que crean estas problemáticas, con posturas críticas enfocadas en el entender de la interdisciplinariedad ambiental, por lo que el papel de la Geografía Ambiental, ya no como disciplina, más bien como una visión de la Geografía, es el camino propuesto para dar respuesta a estos temas, a través de la acción e interpretación de políticas públicas que ayuden a dar visibilidad de las vulnerabilidades e injusticias ambientales.