Estudio de la Historia (A Study of History) es una obra histórica y filosófica en la que se contienen las principales ideas del historiador Arnold J. Toynbee en cuanto a la existencia y evolución de las civilizaciones humanas, mediante una metodología comparativa que establece su decurso histórico.
Toynbee establece que el curso completo de una civilización cualquiera puede ser recorrido en parte o completamente pasando siempre por las mismas etapas: génesis, crecimiento, tiempo de problemas, estado universal y desintegración.
Siguiendo este razonamiento, Toynbee propone que las verdaderas unidades, los "campos inteligibles de estudio histórico", son las civilizaciones.
Las 19 civilizaciones principales, que detecta Toynbee, son: Egipcia, Andina, China, Minoica, Sumeria, Maya, Índica, Hitita, Helénica, Occidental, Cristiana ortodoxa (Rusia), Lejano oriente, Cristiana ortodoxa (cuerpo principal), Persa, Árabe, Hindú, Mexicana, Yucateca y Babilónica.
Sin embargo, esta fuerza no opera hasta el infinito, ya que si la presión es demasiado fuerte, quebrará a la civilización y la abortará antes de nacer, lo que hace surgir el fenómeno de las civilizaciones abortadas.
El grupo o persona que encuentre la solución es una minoría creadora, que emprende un movimiento de retiro y regreso, apartándose del curso normal de la civilización y reencontrándose con la misma, ofreciéndole una respuesta.
El resultado constante y repetido de este proceso hace crecer a las civilizaciones cada vez más.
El resultado de este proceso creador no es reductible a leyes fijas y predeterminadas, porque por hipótesis, la creación implica inventar nuevas soluciones originales a viejos problemas, que producirán dos resultados en la sociedad: esta se hará más compleja (con más elementos), y también más diversa (con elementos que la distinguen claramente de otras sociedades).
Sin embargo, puede suceder que en determinados momentos ninguna minoría creadora sea capaz de ofrecer una respuesta a un problema que aflige a la civilización, frente al cual ya no habrá solución posible.
Este proceso puede describirse de manera más o menos acabada, porque los pasos que llevan desde el colapso al final son rutinarios y predecibles.
Este cisma puede ser asumido de maneras pasivas, dejándose llevar por la corriente, o activas, luchando con fanatismo hasta la destrucción final.
Así, por ejemplo, los estados universales crean redes de caminos que a la larga serán aprovechados por los bárbaros para invadir la civilización durante el interregno, y por el proletariado interno para difundir sus religiones foráneas.
Al mismo tiempo, se crean servicios administrativos que después el proletariado externo usará como divisiones fronterizas entre los estados sucesores del estado universal, mientras que el proletariado interno podrá usar como plantilla para su propia iglesia universal.
El subproducto más importante del proletariado interno es la religión universal, que de desarrollarse, puede cristalizar en una iglesia ecuménica.
Durante un tiempo, los limes podrán expandirse, e incluso ahogar a los bárbaros si estos tienen accidentes geográficos insuperables a sus espaldas, pero si no es ese el caso, los bárbaros podrán eventualmente frenar el desarrollo de ese limes.
De este modo se igualan a los civilizados superándose a sí mismos, al tiempo que los civilizados, presa de su desmoralización, se igualan hacia abajo con los bárbaros (véase vulgarización y barbarización).
Este contacto asume la forma de una acción y reacción, en donde una civilización propina el primer golpe, solo para recibir a continuación una respuesta.
Si el asalto de una civilización a la otra es rechazado, la parte que ha sufrido el ataque puede caer en hybris, e incluso puede afrontar la perspectiva del colapso, como le ocurrió al mundo helénico después de las guerras médicas.
Si el asalto tiene éxito, la civilización sometida pasa a quedar sumergida, pero tardará aún un largo tiempo en ser asimilada.
El caso más prolongado conocido de este tipo es el asalto que la civilización helénica emprendió contra la siríaca con Alejandro Magno, que sumergió mil años al mundo siríaco, hasta la instauración del Califato Omeya.
Existe indudablemente una etapa de crecimiento, por lo menos hasta el siglo XVI, época en la que han surgido los estados parroquiales.
Muchos historiadores han encontrado inspiración en distintos acontecimientos históricos que, de alguna manera, le revelan el presente y sus regularidades.
Edward Gibbon se inspiró en los cánticos gregorianos que escuchó accidentalmente para escribir su Decadencia y caída del Imperio romano.