El término neoclasicismo (del griego νέος néos 'nuevo' y del latín classĭcus 'primera categoría')[1] surgió en el siglo XVIII para denominar al movimiento estético que venía a reflejar en las artes los principios intelectuales de la Ilustración, que desde mediados del siglo XVIII se venían produciendo en la filosofía y que consecuentemente se habían transmitido a todos los ámbitos de la cultura.
Aunque, coincidiendo con la decadencia de Napoleón Bonaparte, el Neoclasicismo fue perdiendo adeptos en favor del Romanticismo.
Cada movimiento «neoclasicista» selecciona algunos modelos entre el abanico de posibles clásicos que tiene a su disposición e ignora otros.
Entre 1765 y 1830, los defensores del neoclasicismo -escritores, oradores, mecenas, coleccionistas, artistas y escultores- rindieron homenaje a una idea de la generación artística asociada a Fidias, pero los ejemplos escultóricos que realmente adoptaron eran más bien copias romanas de esculturas helenísticas.
El estilo Imperio, una segunda fase del Neoclasicismo en la arquitectura y las artes decorativas, tuvo su centro cultural en París en la época napoleónica.
En Inglaterra la Society of Dilettanti (“Sociedad de Amateurs”) subvencionó campañas arqueológicas para conocer las ruinas griegas y romanas.
Entre ellos, estaba el prusiano Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura griega y un detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad (1764) es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la antigüedad a los romanos.
Otras dos figuras a la derecha, la razón y la filosofía, están rasgando el velo que cubre la verdad.
Francesco Milizia (1725-1798) en Principi di Architettura Civile (1781) extendió desde Italia las concepciones rigoristas a toda Europa.
En ese momento el arte comienza a sufrir las consecuencias de una crítica libre, fundada en los principios éticos.
Proliferaron así las construcciones que mejoraban la vida humana como hospitales, bibliotecas, museos, teatros, parques, etc., eso sí, pensadas con carácter monumental.
Todos los arquitectos partían de unos supuestos comunes: la racionalidad en las construcciones y la vuelta al pasado.
Los modelos greco-romanos dieron lugar a una arquitectura monumental que reproducía frecuentemente el templo clásico para darle un nuevo sentido en la sociedad civil.
Otros arquitectos, los llamados utópicos, revolucionarios o visionarios, plantearon edificios basados en las formas geométricas.
Étienne-Louis Boullée (1728-1799) y Claude-Nicolas Ledoux (1736-1806) encabezaron esta postura; entre la gran cantidad de proyectos no construidos merece la pena mencionarse el cenotafio para Isaac Newton, concebido por Boullée como una esfera, representación del modelo ideal, levantada sobre una base circular que había de cobijar el sarcófago del científico.
Como reacción contra la frivolidad del decorativismo del rococó, la escultura neoclásica se inspirará en la antigua tradición greco-romana, adoptando principios de orden, claridad, austeridad, equilibrio y propósito, con un fondo de moralizante.
El retrato también ocupó un importante lugar en la escultura neoclásica: Canova representó a Napoleón como Marte (1810, Milán) y a su hermana Paulina como Venus Victrix (1807, Roma) tomando así los modelos de los dioses clásicos.
[9] Representantes de esta transición como Bouchardon, Jean-Baptiste Pigalle y Augustin Pajou todavía mostraban en sus obras sentimentalismo y carácter teatral, como se puede comprobar en el Mausoleo del Mariscal de Sajonia en Estrasburgo.
[12][13] Con Antonio Canova (1757-1822) se impuso el neoclasicismo escultórico que dominaría a partir de finales del siglo XVIII.
Retomó sus principios, conservando siempre un carácter naturalista que atestiguaba, ya en sus primeras obras, una ambivalencia en su adopción del modelo griego y romano.
[16] Su Jasón o Marte y el Amor reflejan esa fidelidad al modelo griego.
[17] Estas controversias sobre los matices del neoclasicismo daran lugar a dos tendencias antagónicas en la escultura, personalizadas por estos dos escultores.
[20] Su contemporáneo Johann Heinrich Dannecker también permaneció en Roma, donde conoció a Canova, cuyo trabajo tuvo un profundo impacto en él.
Su obra maestra fue un grupo esculpido en mármol, sin patrocinador, Ariadna montando una pantera considerada la escultura alemana más popular del siglo XIX.
Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867) aunque no fue un pintor neoclásico, tiene obras —como La fuente— que representan este movimiento artístico.
Según la musicología actual, el término "música clásica" se refiere únicamente a la llamada música del Clasicismo (1750-1827) aprox., coincidente con el período neoclásico, inspirada en los cánones estéticos grecorromanos de equilibrio en la forma y moderación en la dinámica y la armonía.
La literatura se caracterizó por la sencillez, la claridad y la armonía que tenían como objetivo transmitir el pensamiento ilustrado.
En el Reino Unido tuvo una gran cantidad de adeptos la novela de aventuras, destacando Daniel Defoe, Jonathan Swift, Samuel Richardson y Henry Fielding, junto a los poetas John Dryden y Alexander Pope.
[27] Destacaron en España el monje benedictino Benito Jerónimo Feijoo, Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso.
También cobraron importancia la fábula, relatos o poesías normalmente ejemplificadas con animales, donde se exponen enseñanzas morales.