Escultura neoclásica

Como reacción contra la frivolidad del decorativismo del rococó, la escultura neoclásica se inspirará en la antigua tradición greco-romana, adoptando principios de orden, claridad, austeridad, equilibrio y propósito, con un fondo de moralizante.

El retrato también ocupó un importante lugar en la escultura neoclásica: Canova representó a Napoleón como Marte (1810, Milán) y a su hermana Paulina como Venus Victrix (1807, Roma) tomando así los modelos de los dioses clásicos.

[2]​ Representantes de esta transición como Bouchardon, Jean-Baptiste Pigalle y Augustin Pajou todavía mostraban en sus obras sentimentalismo y carácter teatral, como se puede comprobar en el Mausoleo del Mariscal de Sajonia en Estrasburgo.

[5]​[6]​ Con Antonio Canova (1757-1822) se impuso el neoclasicismo escultórico que dominaría a partir de finales del siglo XVIII.

Retomó sus principios, conservando siempre un carácter naturalista que atestiguaba, ya en sus primeras obras, una ambivalencia en su adopción del modelo griego y romano.

[9]​ Su Jasón o Marte y el Amor reflejan esa fidelidad al modelo griego.

[10]​ Estas controversias sobre los matices del neoclasicismo daran lugar a dos tendencias antagónicas en la escultura, personalizadas por estos dos escultores.

[13]​ Su contemporáneo Johann Heinrich Dannecker también permaneció en Roma, donde conoció a Canova, cuyo trabajo tuvo un profundo impacto en él.

Su obra maestra fue un grupo esculpido en mármol, sin patrocinador, Ariadna montando una pantera considerada la escultura alemana más popular del siglo XIX.

[14]​ En Austria, el principal exponente de la escultura neoclásica fue Franz Anton von Zauner.

Los escritos de Johann Joachim Winckelmann, elogiaron la escultura griega, viéndola como una «noble simplicidad y tranquila grandeza», hizo un llamamiento a todos los artistas para que la imitasen, restaurando un arte idealista que fue despojado de toda transición, acercándose al carácter del arquetipo.

Un erudito de gran influencia, especialmente entre los intelectuales italianos y alemanes, como Goethe en su crítica que aclara por qué Winckelmann fue el historiador más influyente en su época, también relata sobre él: Su atractivo no se perdió, y la historia, la literatura y la mitología antigua se convirtió en la fuente principal de inspiración para los artistas, al mismo tiempo que se evaluaron de nuevo otras culturas y estilos como el gótico y las antiguas tradiciones populares del norte de Europa, causando que los principios neoclásicos coexistieran con los de romanticismo más tarde.

Este Cristo sería la representación típica del siglo XIX, y una de las estatuas más copiadas.

Herman Wilhelm Bissen y Jens Adolfo Jerichau fueron otros artistas neoclásicos de Dinamarca.

En su período de mayor vigor, tuvo como representantes más distinguidos a Jean Antoine Houdon, François Rude, Jean-Baptiste Pigalle y Augustin Pajou, entre ellos el precursor Edmé Bouchardon, que aún perteneciendo al estilo rococó se unió a los principios neoclásicos.

[27]​ Otros nombres que merecen ser nombrados son los de: Joseph Chinard, Philippe-Laurent Roland, Robert Michel, Pierre Jean David, Jean-Baptiste Pigalle, George Rennie, Pierre-Nicolas Beauvallet, Louis Petitot, Claude Ramey, Jean-Jacques Pradier, François Jouffroy, Antoine-Louis Barye, Louis-Pierre Deseine, François-Joseph Bosio, Jean-Jacques Caffieri, Félix Lecomte y Jean-Louis Jaley.

En Inglaterra, las raíces del neoclasicismo se remontan al siglo XVII, y se implantaron en la arquitectura neo-palladiana de Íñigo Jones, pero el estilo solo llegaría a su cenit a principios del siglo siguiente, con los seguidores Lord Burlington, Colen Campbell y William Chambers.

Junto con John Flaxman, que ganó fama internacional, fue uno de los líderes del movimiento en la isla.

Joseph Nollekens fue otra gran figura, considerado el mejor pintor retratista de finales del siglo XVIII en Inglaterra.

La escultura neoclásica tuvo un desarrollo particular y menos visible que en otras artes.

Por ello los primeros indicios de cambio se encaminaron hacia el barroco francés que trajeron los escultores cortesanos.

Desde la Academia, artistas como Francisco Gutiérrez (1727-1782) o Manuel Álvarez de la Peña (1727-1797) crearon esculturas en materiales nobles, en muchos casos destinadas al ornato urbano.

El cordobés José Álvarez Cubero (1768-1827) es un ejemplo del neoclasicismo español que, aunque había recibido una educación inicial en el barroco, luego completó su formación en París y en Roma, donde entabló amistad y fue asistente del italiano Antonio Canova y luego también escultor de la corte en el exilio del rey Carlos IV.

Su obra está formada principalmente por escultura religiosa, aunque también realizó composiciones pictóricas, fue un hábil urbanista y diseñó monumentos conmemorativos.

El país obtuvo su independencia en 1776, y hasta entonces no había una tradición artística sólidamente establecida, pero el pensamiento de la ilustración europea era conocido entre los círculos intelectuales y la imagen de la antigua Roma republicana fue la inspiradora para la nueva nación.

Si bien se indica la presencia del precursor William Rush a principios del siglo XIX, el contexto nacional aún no tenía un sistema del arte capaz de soportar la producción de obras importantes que requerían una gran infraestructura técnica, e incluso los monumentos públicos eran encargados, la mayor parte, a extranjeros.

[42]​[43]​[44]​ La influencia del neoclasicismo en la escultura fue menos fructífera en otros países de Europa, donde los grandes nombres se vuelven más escasos.

Pero vale la pena recordar en Rusia: Vasily Demut-Malinovski, Ivan Martos y Fedot Shubin.

Perseo con la cabeza de Medusa (c. 1800), de Antonio Canova ( Museos Vaticanos )
Jasón y el vellocino de oro (1803), primera obra maestra de Bertel Thorvaldsen ( Museo Thorvaldsen )
Les Trois Grâces [Las tres gracias] (1831), de James Pradier ( Museo del Louvre )
Antonio Canova en su taller con Henry Tresham y un modelo en yeso de Psychée ranimée par le baiser de l'amour (pintura de Hugh Douglas Hamilton ).
Hebe (1800-1805), de Antonio Canova, en el apropiado marco neoclásico del Museo del Hermitage
Tumba monumento del papa Pío VII (1824-1831), Basílica de San Pedro de Roma , la única obra en San pedro hecha por un no católico.
John Gibson: Monumento a William Huskisson , Pimlico Gardens, Londres
Detalle de la Fuente de Cibeles (1777-1782), en Madrid, por Francisco Gutiérrez Arribas y Roberto Michel
La defensa de Zaragoza (1825) de José Álvarez Cubero (vestíbulo del Museo del Prado , Madrid)