[6][7][8] Desde que los astrónomos Michel Mayor y Didier Queloz descubrieron en 1995 el primer exoplaneta orbitando una estrella similar al Sol, 51 Pegasi b,[9] el gran objetivo de los expertos en exoplanetología ha sido hallar una segunda Tierra.
[16] La posibilidad de encontrar análogos a la Tierra tiene especial interés para la humanidad, porque puede inferirse que a mayor semejanza entre un exoplaneta y la Tierra, mayor es la probabilidad de que sostenga vida extraterrestre e incluso una eventual civilización alienígena.
[17] Por esta razón, ha sido un tema tratado frecuentemente en el ámbito de la ciencia, el cine, la literatura y la filosofía.
[17] Así pues, un exoplaneta con un IST próximo al 100 % puede presentar un efecto invernadero desbocado parecido al venusiano, carecer de atmósfera o estar anclado por marea a una enana roja fulgurante que inunde cíclicamente su superficie con altísimos niveles de radiación ultravioleta.
[24] Por tanto, los rasgos que determinan si un planeta es un análogo a la Tierra van más allá de los considerados en el cálculo del IST, incluyendo también la composición atmosférica, el tipo de estrella a la que pertenece y cualquier otro que influya significativamente en las condiciones del planeta:[28] La gravedad de un planeta es directamente proporcional a su masa.
[29] Un exoplaneta poco masivo no tendrá la suficiente atracción gravitatoria como para retener su atmósfera primigenia y, en caso de disponer de agua líquida en su superficie, perderá lentamente todo su hidrógeno, convirtiéndose en un planeta desierto como Marte.
[30] En el caso opuesto, un planeta terrestre demasiado masivo[n. 4] puede tener una atmósfera excesivamente densa similar a la de Venus, que bloquee la luz estelar e impida su paso a la superficie o que provoque un efecto invernadero descontrolado.
[37] Sin embargo, no hay razones que comprometan el potencial de los planetas-océano para albergar vida.
[44][45] Tal y como se sospecha que ocurrió en la Tierra durante el Período Criogénico, es probable que una temperatura media ligeramente inferior a la terrestre conlleve una mayor extensión de los casquetes polares y, en consecuencia, del albedo del planeta.
[60][61] Las más masivas y luminosas —tipo O y similares— producen un efecto fotoevaporación que impide la formación de planetas,[62] por lo que es prácticamente imposible encontrar análogos a la Tierra orbitando a cuerpos estelares de este tipo.[n.
[56][66] Esta cercanía puede suponer que cualquier exoplaneta situado a una distancia adecuada para que exista agua líquida sobre su superficie se encuentre anclado por marea, ofreciendo siempre una misma cara a su estrella.[n.
12] En la Vía Láctea, esta región formaría un anillo entre 4 y 10 kpc del centro galáctico.
[77] Con el paso del tiempo, podrían modificar la composición de la atmósfera y adecuarla a organismos complejos.
[88] Exoplanetas con masa, densidad, composición y rotación similares a los de la Tierra deberían presentar un campo magnético equivalente.
[89] Sin embargo, la mayor masa de las supertierras puede producir altas presiones con grandes viscosidades y altas temperaturas de fusión, que impidan la separación del interior en diferentes capas —resultando en mantos indefinidos sin un núcleo determinado—.
[88] En planetas anclados por marea a sus estrellas, la ausencia de rotación puede impedir la formación de una magnetosfera, y la consiguiente exposición a los vientos estelares podría expulsar todo su hidrógeno al espacio y convertirlos en planetas-desierto.
[98] Tales avances han despertado un interés inusitado en la búsqueda del primer gemelo de la Tierra y las principales agencias aeroespaciales del mundo se han volcado en proyectar misiones cada vez más ambiciosas capaces de hallar un análogo terrestre.
[118] La puesta en funcionamiento del telescopio Kepler ha incrementado exponencialmente el ritmo de descubrimientos exoplanetarios.
[60] Esta teoría ha sufrido importantes críticas, que la consideran excesivamente restrictiva e influida por hipótesis creacionistas.
19][n. 20] Por el contrario, los seguidores del principio de mediocridad en exoplanetología afirman que la vida compleja es común en el universo.
[151] Según sus propios cálculos, podrían existir entre mil y cien millones de civilizaciones tan solo en la Vía Láctea.
[57] Estas cifras supondrían, estadísticamente, que el exoplaneta habitable más cercano podría estar a tan solo 12 años luz de distancia.
[149][161] En el futuro, las nuevas herramientas de investigación exoplanetaria podrán arrojar cifras más ajustadas a la realidad.
Por ejemplo, solo obtiene un valor de 0.72 para la «habitabilidad primaria común», definida como la «capacidad para sustentar la vida vegetal», por su atmósfera relativamente escasa.
[130][168] Entre los exoplanetas cuya existencia ha podido ser confirmada, hay varios que superan a la Tierra en algunos de estos apartados.
Expertos de todo el mundo han desarrollado técnicas teóricas para acometer este proceso en los candidatos más cercanos, Marte y Venus.
En cualquier caso, la tecnología actual no permite realizar tales modificaciones en las condiciones de un planeta a la escala necesaria y posiblemente sea un proceso fuera del alcance del ser humano hasta dentro de varias décadas e incluso siglos.
Otra alternativa sería desarrollar nuevos motores que redujesen sustancialmente el tiempo de viaje.
[192] Las colonias humanas diseminadas por la Vía Láctea se encontrarían prácticamente incomunicadas con la Tierra, ya que cualquier mensaje enviado o recibido tardaría años, décadas y hasta siglos en recorrer las enormes distancias espaciales.
Deberían ser totalmente autónomas y estar preparadas para asumir cualquier contingencia sin recibir ayuda externa.