En teoría, un exoplaneta debe contar con un HZA superior a -1 (atmósfera muy tenue o inexistente) e inferior a +1 (gigante gaseoso) para ser potencialmente habitable, aunque es posible que el margen real sea muy inferior (por encima de -0,9 y por debajo de +0,3).
Si un planeta cuenta con estos gases desde su formación, puede perderlos lentamente si su masa, tamaño y temperatura no son adecuados.
En general, los objetos más cálidos y pequeños tienden a carecer de atmósferas, al contrario que los grandes y fríos (asumiendo que su temperatura no sea lo bastante baja como para provocar un colapso atmosférico, es decir, la precipitación de los gases que componen su atmósfera en forma líquida o sólida).
[5] Además, puesto que el nitrógeno es el elemento más ligero tras el hidrógeno y el helio, un objeto capaz de retener el nitrógeno que acumuló tras su formación debería ser capaz de mantener todos los compuestos más pesados imprescindibles para la vida tal y como la conocemos (como el agua, el dióxido de carbono, el amoníaco y el metano).
[1] El HZA se calcula mediante la masa, radio y temperatura de equilibrio del planeta.