[8] Las investigaciones de estos astrofísicos permiten establecer un perfil para los planetas superhabitables según el tipo estelar, masa y ubicación en el sistema planetario, entre otras características.[9] Hasta la actualidad, no ha sido confirmado ningún cuerpo celeste (ya sea exo-planeta o exo-luna) que reúna las características para ser considerado un planeta superhabitable, pero se tiene una serie de candidatos, en 2020, los astrónomos, basándose en la hipótesis de Heller y Armstrong, identificaron 24 exoplanetas potencialmente superhabitables.[14] Además, su masa implicará una mayor atracción gravitatoria, suponiendo un incremento en la captura de gases durante la formación del planeta.[15] Su mayor gravedad también puede influir en el relieve del objeto planetario, haciéndolo más regular y disminuyendo el tamaño de las cuencas oceánicas, lo que mejorará la diversidad de la vida acuática, más abundante en aguas poco profundas.[16] Otros factores a tener en cuenta son el tipo de estrella —las enanas naranjas presentan las mismas ventajas que las estrellas más pequeñas y mayores sin sus teóricos inconvenientes—,[17] la edad del sistema —ligeramente superior a la del sistema solar,[18] dando más tiempo a la vida para evolucionar— y una ubicación más próxima al centro de la zona habitable del sistema,[19] entre otros.[6] No obstante, otros estudios indican que los mundos oceánicos representan un estado de transición entre los minineptunos y los planetas telúricos, especialmente si pertenecen a estrellas poco masivas —cuyos planetas situados en la zona habitable tienden a acumular mucha más agua—.En el pasado, supercontinentes como Pangea podían tener vastos desiertos en su interior como consecuencia de la lejanía respecto al mar.[36][37][38] Este proceso parece ser habitual en los planetas telúricos geológicamente activos con una velocidad de rotación significativa.[40] Otro factor favorable para la vida en los planetas más masivos que la Tierra reside en su potencial para desarrollar una magnetosfera mayor que proteja al planeta más eficazmente de la radiación cósmica y, especialmente, de los vientos estelares.[41] Los cuerpos poco masivos y los que presentan una rotación lenta —o están anclados por marea a su estrella— tienen un campo magnético débil o inexistente que en el transcurso del tiempo puede suponer la pérdida de una porción relevante de su atmósfera, sobre todo del hidrógeno, por escape hidrodinámico.[42] A lo largo de su historia, la Tierra ha sufrido importantes variaciones de temperatura durante largos períodos, como las superglaciaciones durante el período Criogénico y el calentamiento global que pudo contribuir a la extinción masiva del Pérmico-Triásico.Es posible que los planetas con atmósferas más densas que la terrestre, una distribución más dispersa de sus tierras emergidas y/o menor inclinación de su eje tengan una amplitud térmica menor y estaciones menos pronunciadas.[42] En tal caso, las especies autóctonas no tendrían que adaptarse a cambios de temperatura tan radicales y podrían ser más diversas.[45] La temperatura de equilibrio óptima para la vida es desconocida, si bien parece que en la Tierra la diversidad animal ha sido mayor en épocas más cálidas.[54][55] Las estrellas más masivas —O, B y A— tienen un ciclo vital muy corto, abandonando rápidamente la secuencia principal.[17] Por el contrario, las de tipo K o enanas naranjas permanecen en la secuencia principal por periodos hasta tres veces mayores que las de tipo G.[61] Son también las más estables y su zona habitable varía muy poco durante su vida, por lo que un análogo terrestre situado en una estrella tipo K puede ser habitable durante la práctica totalidad de la secuencia principal.[17][62][63] La rotación sincrónica en los planetas anclados por marea a su estrella puede no ser un factor importante para la vida mientras cuenten con una atmósfera lo bastante densa como para repartir el calor entre los hemisferios diurno y nocturno.[54] Los expertos no han alcanzado un consenso sobre cuál es la velocidad de rotación óptima para un planeta, pero sí que no debe ser muy elevada ni demasiado lenta —en última instancia, este último supuesto puede acarrear unos problemas similares a los observados en Venus, que completa una rotación cada 243 días terrestres y que, como consecuencia de ello, no puede generar un campo magnético similar a la Tierra—.[2][71][72] No hay argumentos sólidos para asegurar que la atmósfera terrestre tenga una composición óptima para la vida.[17] Sin embargo, durante años se ha cuestionado el potencial para encontrar vida en sistemas antiguos por la aparente relación entre la metalicidad estelar y la formación planetaria.[78] Las posteriores observaciones del telescopio Kepler han permitido a los expertos descubrir que esta relación es mucho más restrictiva en sistemas con jupíteres calientes y que los planetas terrestres pueden formarse en estrellas con metalicidades muy inferiores, hasta cierto punto.[77] En su presentación, indicaron que debe existir un límite temporal para la aparición de los primeros planetas telúricos.[85][1] La vegetación cubriría regiones más amplias que en la Tierra, haciendo claramente visible su tonalidad desde el espacio.
Impresión artística de un planeta superhabitable.
Un exoplaneta con 1.6 R
⊕
tendrá un radio similar al de
Kepler-62e
—segundo empezando por la izquierda—. En el extremo de la derecha figura la Tierra, a escala.
Impresión artística de un planeta superhabitable.
El clima de un exoplaneta más cálido y húmedo que el terrestre puede ser similar al de las
zonas tropicales
de la Tierra. En la imagen,
manglar
en
Camboya
.
Posición en la ZH de algunos de los planetas confirmados con mayor
IST
y temperatura media superficial.
[
53
]
[
n. 3
]
Impresión artística de un
análogo a la Tierra
. Algunos planetas superhabitables podrían presentar un aspecto similar si no guardan diferencias importantes con la Tierra.
Las primeras estrellas que aparecieron en el universo contaban con una
metalicidad
muy baja, que probablemente impedía la formación planetaria.