Es el tercero de los gases nobles, incoloro e inerte como ellos, constituye el 0,934 % del aire seco.
El argón es preferible al helio que se había utilizado en las cinco décadas anteriores porque este se escapa a través de los poros intermoleculares en la mayoría de los contenedores y debe reemplazarse con regularidad.
[8] Henry Cavendish, en 1785, expuso una muestra de nitrógeno a descargas eléctricas repetidas en presencia de oxígeno para formar óxido de nitrógeno que posteriormente eliminaba y encontró que alrededor del 1 % del gas original no se podía disolver, afirmando entonces que no todo el «aire flogisticado» era nitrógeno.
Rayleigh y Sir William Ramsay demostraron que la diferencia se debía a la presencia de un segundo gas poco reactivo más pesado que el nitrógeno, anunciando el descubrimiento del argón (del griego αργóν, inactivo, vago o perezoso) en 1894, noticia que fue acogida con bastante escepticismo por la comunidad científica.
El gas se obtiene por medio de la destilación fraccionada del aire licuado, en el que se encuentra en una proporción de aproximadamente el 0,94 %, y posterior eliminación del oxígeno residual con hidrógeno.
[9][10] En la atmósfera terrestre, el 39Ar se genera por bombardeo de rayos cósmicos principalmente a partir del 40Ar.
Este descubrimiento provocó el reconocimiento de que el argón podía formar compuestos débilmente unidos.
[18] Aunque el argón no es tóxico, es un 38 % más denso que el aire y, por lo tanto, se considera un asfixiante peligroso en áreas cerradas.