Generación del 98

Su discípulo Julián Marías, utilizando el concepto de «generación histórica», y la fecha central de 1871, estableció que pertenecen a ella Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa.

Algunos incluyen también a Vicente Blasco Ibáñez, que por su estética puede considerarse más bien un escritor del naturalismo, y también al dramaturgo Jacinto Benavente.

Entre las autoras pertenecientes a este movimiento destacan la novelista Concha Espina o la periodista Carmen de Burgos.

Los autores de la generación mantuvieron, al menos al principio, una estrecha amistad y se opusieron a la España de la Restauración; Pedro Salinas ha analizado hasta qué punto pueden considerarse verdaderamente una generación historiográficamente hablando.

Esto se debe a un triple motivo: Sin embargo cabe preguntarse, ¿cómo es que la generación del 98 no tomó nombre del modernismo, ya que surgen paralelamente y persiguen metas parecidas?

Las perspectivas profesionales de los escritores noventayochistas habían alcanzado su cima (o estaban haciéndolo).

Unamuno estudió el casticismo, Ricardo Macías Picavea la «pérdida de la personalidad», Rafael Altamira la psicología del pueblo español, Joaquín Costa la personalidad histórica de España… Los autores noventayochescos tienen evidentes paralelos europeos: El periodismo en tanto práctica literaria habitual y la condición intelectual en tanto talante personal desarrollan una nueva modalidad ensayística, ajustada a una temática en la que la evocación o lo confesional enmarcan temas de reflexión muy característicos.

En los textos de los escritores mencionados se aprecia la realidad del lenguaje, plural en circunstancias y en recursos.

Estudiando la neología y los neologismos de la generación del 98, se ha podido constatar la renovación de elementos constitutivos del español, la función del léxico como recurso caracterizador de personajes y ambientes (guindilla, guinda, rosera), el ingenio del propio autor para fecundar el idioma («verde-reuma» es creación de Valle-Inclán, «piscolabis» es voz barojiana) y la capacidad de este para captar las innovaciones léxicas que surgieron en diferentes ámbitos: abracadabrante, afiche, alopatía, cabaré, crupier, charcutería, charcutero, chic, eslogan, estor, frufrú, maquillaje, mitomanía, papillote, pose, vodevil, etc.

Numerosas voces del 98 son generacionales, las emplearon varios escritores de este grupo y posteriormente cayeronen desuso: cocota, batracio, bilbainismo, horizontal, rastacuerismo, rayadillo, dinero-esquema, intraespañolización, catedraticina, etc.

Este léxico fue empleado por Juan Manuel de Prada en Las máscaras del héroe, que recrea la época.

Encomiable labor en este sentido fue la que realizó el musicólogo Felipe Pedrell.

Pedrell es más conocido por su labor como teórico, musicólogo, y crítico que como compositor.

Fotografía de 1912 de Azorín (izquierda) y Pío Baroja (derecha).
Retrato de Pío Baroja (1914), obra de Sorolla .
Joaquín Sorolla , Antonio Machado (diciembre de 1917). Óleo sobre lienzo. Hispanic Society of America (Nueva York). Sorolla se lo regaló a Machado, compañero suyo en la Institución Libre de Enseñanza , "como un poema personal".
Azorín, retrato de Ramón Casas .
Ramiro de Maeztu, retrato de Ramón Casas .