A los veintiséis años, escribió una Historia de la filosofía citando textos originales que consultaba en su biblioteca particular.
A este libro seguirán más de setenta: Marías, que no pudo cumplir su vocación de maestro en España, se volcó en la escritura para suplir esta carencia y evitar, además, caer en lo que sus dos maestros principales, Ortega y Unamuno, habían incurrido: dejar proyectos inacabados, libros anunciados, pero no escritos.
Esta misma oposición, tan usada hoy por los que no quieren trabajar, entre la razón y la vida es ya sospechosa.
Bastante tiempo después, creó el Seminario de Humanidades, por el que pasaron grandes nombres de la intelectualidad española del último tercio del siglo XX, como Miguel Artola, Carmen Martín Gaite, Heliodoro Carpintero, Gonzalo Anes y otros.
«Julián Marías puso de relieve cómo para el cardenal Nicolás de Cusa (cuya teoría sobre la verdad resulta tan afín a la suya) el conocimiento “se funda en la semejanza; grave afirmación, pues se va alterando la interpretación escolástica del conocimiento y de la verdad como adaequatio intellectus et rei: conocer no es ya apropiarse la cosa misma, sino algo semejante a ella”».
[23] Según Harold Raley, Ortega se dio cuenta enseguida de que la fenomenología, con su énfasis en la conciencia pura, «supone un retroceso al idealismo».
Pero eso es solo una verdad a medias, porque lo cierto es que sin interpretación nos queda muy poco de cualquier valor humano.
Esta actitud ha llevado a pensar que yo tengo un cuerpo y me sirvo de él para vivir.
La persona vive, se proyecta, imagina, duda, interroga, teme, desde su cuerpo inseparable y por supuesto en el mundo, que es donde está, precisamente por su corporeidad».
El descubrimiento de la persona humana acontece mediante la corporeidad, aunque no consista en la percepción del cuerpo.
«A la felicidad le pertenece esto en grado máximo, no hay nada que requiera más la unicidad de la persona».
Por ser radical innovación, irreductible a toda otra realidad, la persona —yo— nos aparecía como criatura; la creación —veíamos— es el modo de aparición de realidades nuevas, inderivables e irreductibles, y aunque no podamos “partir” del creador, aunque este no esté “disponible”».
[44] Pero hay «individuos, grupos, organizaciones, cuya profesión es la mentira; a ella se dedican, la cultivan metódicamente, la difunden».
Le parece muy evidente la promesa evangélica “la verdad os hará libres”, porque para él la verdad es la condición misma de la libertad, y la falsedad conduce a la servidumbre.
A Julián Marías le parece preciosa la palabra española “concordia”, que en muchas lenguas no existe, y la sustituye en ellas la voz “coexistencia”.
A diferencia del animal inferior, no tiene un eficaz sistema de instintos que orienten y regulen su conducta.
En el sentido moderno de la palabra «—no en el sentido medieval, unido al “nacimiento”, y que se conserva hasta en la expresión “tonto de nación”— no ha habido naciones hasta fines del siglo xv, en primer lugar España y Portugal, algo después Francia e Inglaterra, luego las demás que llegaron a ser naciones, y que no han sido nunca todas las porciones de Europa.
Lo inaceptable es el título, que va contra las ideas recibidas y aceptadas sin crítica, aunque la experiencia las desmienta.
El nacionalismo es exclusivista, negativo, hostil, reductor; la visión que los españoles han tenido de su país ha sido usualmente lo contrario».
Es sorprendente, aunque casi nadie se sorprenda, la coherencia entre los diversos reinos, condados o señoríos en que se articuló hasta el final de la Reconquista la España que había vuelto a ser cristiana y en esa medida dueña de sus destinos».
[60] También suele creerse que «España es un país particularmente violento, acaso definido por esa actitud como carácter propio y permanente».
Por otra parte, «se está deslizando en nuestra vida pública lo que podríamos llamar el narcisismo de las regiones.
La nueva imagen de España debería buscarse mediante un esfuerzo que se podría resumir con estas palabras: no renunciar a nada.
Sin ello, España es ininteligible; y no basta con tener en cuenta el mundo americano como un apéndice o un complemento, sino que hay que dar razón de él, a la vez, si se quiere comprender la realidad efectiva que fueron las Españas: toda consideración aislada de España o de la América hispánica está condenada al fracaso, renuncia automáticamente a entender».
[69] Exactamente treinta años después del descubrimiento de América, «Elcano, con la pequeña nave Victoria, completó la primera vuelta al mundo.
Descubierto el Pacífico por Núñez de Balboa (1513), seis años después lo navega Magallanes desde el Sur, muere en las Filipinas, prosiguen los descubrimientos, y Elcano continúa hasta dar la vuelta al mundo (la segunda circunnavegación, la de Francis Drake, se hará esperar cincuenta y ocho años, hasta 1580).
No me satisfice con solas ellas, pues, en comparación del dominio que posee esta Monarquía fuera de España, viene a quedar ella por una parte moderada».
Pero la expresión Latinoamérica (o América Latina, Amérique Latine) fue inventada en Francia hace algo más de un siglo, para justificar la intervención en México apoyada por Napoleón III: el ejército del mariscal Bazaine invadió ese país con el fin de afirmar al Emperador Maximiliano.
No solo la fe sino la razón me empuja a pensar que la realidad personal es algo de otro orden.
[82] Obras de Julián Marías traducidas a otros idiomas distintos del castellano: Inglés: Italiano: Portugués: Alemán: Francés: Rumano: Japonés: Polaco: Árabe: