El Machado del París simbolista y el Madrid bohemio reflejados en sus anteriores poemarios dio paso en la descarnada realidad soriana a un hombre diferente: "...cinco años en Soria —escribiría luego en 1917— orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano...—y añade— Ya era, además, muy otra mi ideología".
Desde su primera edición y en apariencia, Campos de Castilla no tiene la unidad formal del libro anterior, Soledades.
Ángel González, un clásico en la bibliografía de estudiosos de Machado, analizaba en 1986 la evolución manifiesta en Campos de Castilla, explicando que el Machado "misterioso y silencioso" (en palabras del modernista Rubén Darío), tímido, lírico y quizá indiferente a todo lo que no fuesen sus ensoñaciones simbolistas, mutó, en su choque con la Castilla profunda, hacia un poeta nuevo que no teme a expresar con contundencia sus juicios.
Se manifiesta al fin sin adornos, el Machado ético, regeneracionista formado en la Institución Libre de Enseñanza y patriótico.
Entretanto, la aparición del fantasma paterno a los asesinos incrementa su miedo y su vergüenza.
[11] El largo poema —712 versos—, dedicado a Juan Ramón Jiménez, está estructurado en diez partes tituladas: La tierra de Alvargonzález (introducción), El sueño, Aquella tarde, Otros días, Castigo, El viajero, El indiano, La casa, Los asesinos, y La tierra; (a su vez subdivididas en pequeños pasajes).