Debido a su lujosa decoración de estilo Luis XVI, la apertura fue un acontecimiento en Madrid.
El Café de Fornos nació con un nuevo concepto que hasta entonces era desconocido en Madrid.
Otra de las novedades fueron los numerosos cuadros murales pintados en las paredes del local.
[2] La apertura del Teatro Apolo en el año 1880 le proveyó de numerosos clientes nocturnos.
Entre los clientes del restaurante se encontraban Marcelino Menéndez Pelayo, que comía allí durante los meses de verano,[17] y Manuel Machado, asiduo de los bajos del Fornos.
Lo más llamativo para visitantes de la época, como Cecilio Plá, eran los techos pintados.
Otro atractivo mencionado era el restaurante, instalado en la planta superior, con platos como el lenguado al horno, el estofado de cordero, los riñones al jerez y los renombrados beef steaks con pommes soufflées.
[26] En la planta inferior había numerosos reservados en los que se realizaban almuerzos políticos, cenas privadas, etc.
Los reservados se podían ampliar debido a la existencia de paredes móviles.
[27] El nombramiento como socio se hacía por el otorgamiento de una medalla elaborada por el farmacéutico Julio Escosura.
Entre los socios había alcaldes de Madrid, clérigos, e incluso gente humilde.