[2] Como en el régimen político de la Restauración la formación de gobierno no dependía del triunfo en las elecciones, sino de la decisión de la Corona en función de una crisis política o del desgaste en el poder del partido gobernante, con sólo dos grandes partidos que se «turnaran» en el gobierno era suficiente para que el sistema funcionara: uno que representara un liberalismo más conservador, que constituiría «la derecha» del sistema; otro más progresista, que constituiría su «izquierda».
[…] Lo primero que vio claro fue la necesidad de controlar la prerrogativa regia, de normativizarla y darle criterios fijos, lejos del criterio personal; conseguir un equilibrio entre el poder regio y el parlamentario, para lo que iban a ser árbitros precisamente los jefes de los partidos.
[…] El rey tendría que atenerse a la opinión pública representada por los grandes partidos.
Cánovas comunicó su decisión al líder liberal y este aceptó en una reunión que mantuvieron en la presidencia del Gobierno por mediación del general Martínez Campos y que sería conocida equivocadamente como el «Pacto de El Pardo».
La secuencia de ocupación del poder entre el Partido Conservador y el Partido Liberal muestra a la perfección cómo se llevó a cabo esta práctica: