Estos valores, junto con su tradicional asociación de la belleza con la virtud, encontraron en la escultura del período clásico, con su retrato idealizado del ser humano, un vehículo especialmente adecuado para expresarlo, y un eficaz instrumento de educación cívica, ética y estética.
[3][4][5] La palabra clásico tiene un amplio uso, y no hay consenso en la literatura especializada acerca de su definición exacta.
Pero Jerome Pollitt señala que estos factores, ya sea por separado o en conjunto, son suficientes para explicar los cambios observados en la cultura general.
Alrededor del año 455 a. C. Mirón, escultor de la transición, alcanzó gran fama por sus esculturas dedicadas a dioses y atletas; realizó su Discóbolo, una obra que muestra un grado de naturalismo avanzado, conocida por varias copias posteriores romanas.
Poco después Policleto, consolidó alrededor del 450 a. C., un nuevo canon de proporciones, que expresó la belleza y la vitalidad del cuerpo, al mismo tiempo que le dio un aspecto de eternidad y armonía.
Para los antiguos griegos se identificó la belleza física con la perfección moral, un concepto conocido como «kalokagathia» —para ellos la educación y el cultivo del cuerpo eran tan importantes como el perfeccionamiento de los sentimientos—, ambos esenciales para la formación de un ciudadano ejemplar, en una cultura donde la desnudez masculina en público, el motivo central de la escultura clásica, era una costumbre social aceptable en ciertas situaciones.
Tantas eran sus capacidades, que la escultura clásica, se convirtió para los griegos en un bien de utilidad pública e instrumento pedagógico.
Esta asociación se amplió rápidamente a otras artes, dándoles poderes similares de transformación individual y en consecuencia colectiva.
Sin embargo, su éxito se evidencia por el gran número de veces que fue copiado, y por su profunda influencia en las generaciones posteriores.
Desarrolló una teoría sobre la función catártica del arte, evitó la condena de la cultura popular y su emotividad.
El verdadero realismo sólo apareció en la escultura griega con la escuela helenística, menos algunos pocos casos aislados, como los mencionados retratos socráticos.
[50][51][52][53] La escultura griega del siglo IV a. C. fue dominada por tres grandes figuras: Praxíteles, Escopas y Lisipo.
Praxíteles, ateniense e hijo de escultor, parece haber sido el primero en explorar a fondo las posibilidades sensuales del mármol esculpido.
Lisipo revisó el canon aumentándolo a siete cabezas y media, consiguiendo la figura más alargada.
De esta obra el Apoxiomeno, se conserva una copia romana en mármol, la original era de bronce y representa a un joven atleta griego, quitándose la arena pegada a su cuerpo debido al sudor con un estrígil, que sólo usaban los hombres y principalmente los atletas: parecido a un rascador, se utilizaba para limpiarse el polvo, sudor y el aceite en exceso que se extendía por la piel antes de los concursos.
[56] Estos escultores, junto con otras figuras notables de su generación como Leocares, Briaxis, Cefisodoto el Viejo, Eufránor y Timoteo, resolvieron todos los problemas pendientes en relación con la forma básica y técnica que aún podía impedir la libre expresión de la idea en la materia.
[59] En el campo puramente técnico no hubo avances radicales sino los que los escultores del periodo arcaico y severo ya había conquistado.
Los mármoles arcaicos ya evidenciaban un dominio de la piedra muy elevado, particularmente visible en sus relieves arquitectónicos.
Después de una evolución irregular, donde por motivos aún oscuros desaparecen en algunos intervalos, en la época clásica empiezan a convertirse en una práctica común en el Ática donde se reproducían en serie, mientras que en otras regiones sólo se hicieron populares durante el helenismo.
Como solían estar policromadas, la pintura variaba una de otras con lo que también se rompía la monotomía y parecían creaciones diferentes.
Existen también unas pequeñas placas de oro con adornos repujados y con agujeros, encontradas en ajuares funerarios, que se cree iban cosidas como ornamentación en las vestiduras.
Se conserva en el Museo del Louvre una estatuilla en bronce copia del Hércules de Lisipo pero que por la diferencia de los años pasados entre la ejecución del original de Lisipo (c.320 a. C.) y esta copia romana pequeña, el modelado se encuentra realizado con un naturalismo mayor y se ha perdido la gran fuerza que imprimió su autor en el original.
La práctica corriente de los antiguos griegos era cubrir sus estatuas y relieves arquitectónicos con pintura, ya sea solo en parte o en su totalidad, con lo que buscaban una semejanza aún más marcada que no sólo con las formas y estructuras.
[57][73][3][60][74][75][76][77] El clasicismo inició su difusión por el mundo a través de las colonias griegas dispersas por toda la cuenca del Mediterráneo y del Mar Negro, y Alejandro Magno lo llevó más lejos, incluso a la India.
En estas regiones los principios de la escultura griega se mezclaron con sus tradiciones, dado lugar a interpretaciones estilísticas que reproducían con más o menos éxito la estética metropolitana, y a esta síntesis ecléctica cosmopolita se le dio el nombre genérico de Helenismo.
Ellos sabían cómo vivir.» Otros estudiosos, en la misma línea, rechazaron la tradición romana y pasaron a cultivar la griega clásica hasta tal punto que se creó una verdadera «grecomanía», que influyó en todas las humanidades y formas artísticas.
Aunque, obviamente, los griegos no son responsables de la evolución del tipo físico de la raza humana, para un ser cultural y mental como el hombre los aspectos puramente biológicos, no son absolutos, y es posible que la herencia clásica, tenga sus raíces en el inconsciente colectivo de los occidentales y en su conciencia activa, se deja influir en una moderna selección «natural» hacia un modelo corporal establecido por los escultores clásicos, pero las causas por qué ocurre esto ahora, aún no están claras.
[3][87][88] Al mismo tiempo comienza a establecerse entre la crítica de arte una tendencia a rebatir el prestigio prácticamente unánime que lo moderno conquistó y ha mantenido durante casi un siglo, el establecimiento de prácticas que se siguen en la sociedad contemporánea, sus valores individualistas, herméticos, irracionales, abstraccionistas, anti-históricos e informales comienzan a ser revisados.
El postmodernismo ensayó una re-lectura del arte clásico, pero reconoció que cualquier apropiación de los principios antiguos es selectiva, contaminada por los prejuicios históricos y contextuales, y jamás inocente, pero que podría arrojar una luz útil para lo contemporáneo si se adaptaba a los nuevos tiempos.
[89][90][91][92][93] La presencia de la escultura clásica sigue siendo sorprendente, las objeciones en contra de su presunto elitismo y el dogmatismo estético e ideológico que ha recibido en los últimos tiempos, contribuyen para evidenciar su posición destacada y confirmar que sigue siendo una fuerza activa en el panorama cultural actual.