Consecuentemente, Aleo designó a Auge como sacerdotisa de Atenea, y amenazó con matarla si no se mantenía casta.
En otra versión, Télefo fue amamantado por una cierva hasta que unos ganaderos lo encontraron, le impusieron el nombre de Télefo (de thèlè, ubre, y elaphòs, ciervo) y lo entregaron a su amo, el rey Córito, que se encariñó de él y lo cuidó como un hijo más.
En ese momento, Télefo quiso matarla, pero ella invocó a Heracles y así descubrió que era su madre.
Pasaron ocho años y la herida no se curaba.
Así que Télefo viajó disfrazado de mendigo a Áulide, donde estaban reunidos de nuevo los expedicionarios aqueos, y Aquiles lo curó aplicando sobre la herida su propia lanza.