Hoy se exhibe en el Braccio Nuovo de los Museos Vaticanos.
Su coraza tiene relieves alusivos a diversos dioses romanos, entre ellos, Marte, el dios de la guerra, así como las personificaciones de los últimos territorios conquistados por él: Hispania, Galia, Germania, Partia (persas de la frontera del Éufrates que habían humillado a Craso, y aquí aparecen devolviendo los emblemas robados a aquellas legiones); sobre ellos aparecen los carros del Sol y la Luna.
Todos estos refinamientos estilísticos y símbolos herméticos revelan una clara inspiración griega del retrato oficial, que los emperadores romanos convirtieron en instrumento de propaganda gubernamental, cuya función política era muy evidente: se trataba de mostrar al pueblo romano que el emperador —Augusto, en este caso— era un ser excepcional, equiparable a los antiguos héroes mitológicos, e incluso digno de ascender a la divinidad del Olimpo.
Actualmente, esta réplica, que es el mejor retrato conocido de este emperador, se exhibe en los Museos Vaticanos, en Roma.
En el arte y, concretamente, en la escultura, también hubo importantes cambios: si en época republicana dominaba el realismo extremo, durante el Imperio la influencia griega se deja ver en los retratos de los emperadores, que eran idealizaciones que resumían todas las virtudes que debía tener alguien excepcional, digno de gobernar aquel imperio.