Era su suntuosa residencia en el campo, que complementaba su domus urbana en la colina Palatina.
La villa fue redescubierta y explorada ya en 1596, pero no fue reconocida como que fuese la de Livia hasta el siglo XIX.
A excepción de las obras de las terrazas (los jardines aterrazados están siendo excavados actualmente), apenas pueden verse hoy día tres salas abovedadas subterráneas, donde en la más grande, se conservan magníficos frescos ilusionistas decorados con un jardín, donde todas las plantas y árboles florecen y dan fruto a la vez.
Después de ser limpiados y restaurados, están depositados en el Palazzo Massimo.
En el siglo XIX la villa pertenecía al convento de Santa Maria in Via Lata.