Cupido

Según Cicerón, en su De Natura deorum, existieron hasta tres dioses Cupido:[4]​ «Cupido» es una palabra latina emparentada con otras cuya etimología gira en torno al «deseo»: Cupiditas: Deseo vehemente, apetito, ansia, pasión.

[5]​ Cupidus: Deseoso, ansioso, apasionado, el que ama y desea con pasión.

El destino, sin embargo, permitió que Cupido se mantuviera a salvo.

José Agustín Ibáñez de la Rentería, en sus Fábulas en verso castellano, narró así esta leyenda: En los poetas leo que Cupido riñó con Himeneo: Venus, que a sus dos hijos bien quería, en paz siempre ponerlos pretendía; pero era empresa vana: si paz tenían hoy, guerra mañana.

Ninfea quedó así enamorada, y su corazón experimentó lo que nunca antes había sentido; un ardor desconocido la consumía.

Maldijo las leyes austeras, y amargamente se quejó del yugo que le imponía la necesidad.

Diana deploró el horrible destino de Ninfea, pero no permitió que su cuerpo se sumergiera.

Cuenta Apuleyo que en cierta tierra remota hubo un rey y una reina, padres de tres hijas.

La menor y más bella de todas se llamaba Psique (representación del alma).

Su hermosura era tal que le dio renombre de ser una segunda Venus.

Su padre, a través del Oráculo de Delfos, intentó conseguirle un esposo.

El Oráculo le dijo que ella no estaba destinada a ningún mortal, «porque el amor del alma siempre es inmortal», sino a un dios deforme y temible para los otros dioses y hasta al mismo Plutón.

Venus, celosa de la belleza de Psique, pidió a Cupido que usara sus flechas doradas para hacer que Psique se enamorase del hombre más feo del mundo; Cupido accedió.

En ese momento apareció Cupido, quien al ver a Psique quedó prendado de su belleza.

Cuando sintió un extraño viento sobre su rostro, la muchacha se lanzó al precipicio creyendo que Céfiro la sostendría, pero pereció miserablemente.

Psique, desde hacía días, caminaba por el bosque en busca del palacio de su amado Cupido.

Juno, a quien también halló en uno de sus templos, le dio la misma respuesta en casi iguales términos.

Psique, desolada, permaneció sin articular palabra e inmóvil, pero las oficiosas hormigas separaron los granos y la sacaron del compromiso.

Una nueva tarea, más difícil que las anteriores, se le ocurrió entonces a Venus.

Por último, la diosa le daría el cofre, que debería cuidar de mantener cerrado.

Que tu hermano Eneas anda en el mar sacudido por todas las costas a causa del odio de la acerba Juno, lo sabes muy bien y a menudo de nuestro dolor te doliste.

Entre sus epítetos se cuentan los siguientes:[16]​ El nombre de este dios ha pasado como sustantivo común al español para referirse a un hombre enamoradizo y galanteador, así como a la representación de los niños alados armados con arco y flechas, también llamados «amorcillos».

La flecha de Cupido también posee orígenes grecolatinos, y su influencia se hizo notar claramente en la poesía española desde la época medieval, aun sin la aparición del dios Amor.

Bajo múltiples nombres (vira, asta, flecha, saeta, tiros, arpón, dardo, espina...), aparece en la literatura medieval, renacentista y posrenacentista con un sentido amoroso que se repite indefinidamente con pocos matices diferentes y mucha retórica.

Un ejemplo es el Epigrama CXLVI de León de Arroyal: Traspasar mi empedernido corazón con tus harpones intentas, rapaz Cupido: Si me tiraras doblones, A Cupido se le representa generalmente como a un niño desnudo, alado y armado de arco, flecha y carcaj, con los ojos cubiertos por una venda, que significa lo alejado del razonamiento que se encuentra el amor, y que, mientras dura la pasión, no se ven los defectos del ser amado.

William Shakespeare escribió al respecto: Algunas veces se le muestra portando una antorcha encendida; también, coronado de rosas, o sosteniendo una rosa en una mano, como emblema de los placeres deliciosos pero fugaces que procura.

Los han representado tantos artistas que presentar la lista de estos sería poco útil, aunque entre los más conocidos se encuentran el escultor Donatello y el pintor Rafael; dos putti en actitud curiosa y relajada que aparecen a los pies de su Madonna Sixtina son reproducidos con frecuencia.

Cupido con una mariposa , obra de William-Adolphe Bouguereau . 1888.
Marte desarmado por Venus , obra de Jacques-Louis David (1824). Según la versión más difundida, Cupido es hijo de Venus y de Marte .
Retrato del príncipe Enrique Lubomirski como el Amor , obra de Vigée-Lebrun , 1789.
Venus y Cupido , de Alessandro Allori . Museo Fabre , Montpellier.
Cupido reaviva la antorcha de Himeneo . Obra de George Rennie.
Cupido y Psique , óleo de Jacopo Zucchi , 1589.
El Templo del Amor , en el Pequeño Trianon (Francia) resguarda en su interior una estatua de Cupido.
Las bodas de Cupido y Psique , óleo de François Boucher , 1744.
Eneas le cuenta a Dido las desgracias de la ciudad de Troya, mientras ella acaricia a Cupido, que se hace pasar por Ascanio.
Lira y cupidos . Fresco romano de Herculano .
Representación moderna.
Cupido mojado , William-Adolphe Bouguereau; 1891.
Detalle de El martirio de San Mateo , de Caravaggio . Representación de un putto .
Detalle de la Madonna Sixtina , óleo de Raffaello Sanzio . Esta es tal vez la más conocida e icónica representación de putti .