Aunque comenzó su formación con un artista local, Francesco Imparato, la llegada de Caravaggio a Nápoles fue decisiva en su carrera.
Junto a otros artistas napolitanos como Carlo Sellitto, Artemisia Gentileschi o un alumno del propio Caracciolo, Mattia Preti, adoptó con fervor las novedades estilísticas que el gran maestro lombardo trajo consigo en sus dos estancias en la capital napolitana.
Consiguió una gran monumentalidad en sus figuras, gracias a su conocimiento del trabajo de diversos escultores contemporáneos como Michelangelo Naccherino, Pietro Bernini y Cosimo Fanzago.
Su austeridad en la composición y su silenciosa intensidad son el toque personal de Caracciolo a la fórmula aprendida.
Su última etapa abandona en buena medida los profundos claroscuros de sus comienzos, para incorporar efectos más luminosos en su pintura.