Atleta

Un atleta (del griego antiguo αθλος, athlos, «competición») es una persona que posee salud y condición física.

[1]​ En un sentido más preciso, se considera un atleta a la persona que practica actividad física con intensidad tres o más veces por semana y que lleva una dieta y estilo de vida adecuados para rendir físicamente.

En Grecia, los atletas eran de condición libre, en tanto que los romanos eran esclavos o libertos.

El buey y el tocino condimentados con vinagre, con una especie de pan sin levadura muy pesado, cubierto con queso tierno llamado coliphium, eran sus manjares; y estas carnes eran más bien asadas que hervidas o guisadas, modo de alimentarse llamado por algunos autores gerophagia, esto es, nutrimento seco.

Sin embargo de estos excesos, los antiguos aplauden en general su templanza: La naturaleza de los ejercicios atléticos, el calor del clima y la estación en que se celebraban aquellos juegos obligaban a los atletas a combatir desnudos.

Para ser admitidos en los públicos y solemnes certámenes, era preciso ponerse bajo la dirección de los maestros de la pelestra para observar diez meses consecutivos las leyes artéticas y perfeccionarse con un trabajo asiduo en todos los ejercicios que debían proporcionar a los vencedores el premio destinado.

A estos se les manifestaban las condiciones con que eran admitidos y luego un heraldo levantando la mano para imponer silencio al pueblo, la ponía sobre la cabeza de cada atleta y conduciéndolo por el estadio preguntaba en alta voz si alguno le acusaba de algún delito, si era de costumbres irreprensibles, si era libre, etc. Después se hacía en Olimpia jurar a los atletas: El día de los juegos cuando los atletas estaban reunidos y el heraldo había proclamado sus nombres, se distribuían por suerte los varios ejercicios en que debían ocuparse.

El engaño, el artificio, la superchería y la excesiva violencia estaba desterrada de los juegos: y los contraventores a las leyes atléticas se castigaban severamente por los mastigóforos destinados a esto.

Había dos o tres premios para cada ejercicio: en Homero se ven cuantos son los combatientes.

El agonoteta las distribuía: un heraldo las ponía sobre la cabeza del vencedor en el lugar mismo en que había combatido y algunas veces los mismos vencedores las tomaban del lugar en que estaban colocadas y se las ceñían con su propia mano.

Los jueces disculparon un exceso del amor maternal y la perdonaron; pero dispusieron que de allí en adelante los maestros de los atletas debían presentarse enteramente desnudos, lo mismo que estos, según dice Pausanias.

En un principio combatían estos en el gran circo y aquí eran conducidos con mucha pompa al Capitolio atravesando el foro, pero habiéndose multiplicado los ejercicios, se fabricaron anfiteatros particulares o gimnasios destinados solamente a los ejercicios de los atletas.

Los romanos, igualmente que los griegos, erigieron estatuas a los atletas célebres, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros.

Saltadora de vallas actual
Apoxiomenos, estatua romana copia de una griega en bronce
Boxeador en reposo, escultura griega, siglo III a. C.
Lanzador de jabalina, siglo VI a. C.
Corredores, cerámica, siglo IV a. C.
Entrega de la corona y la palma en la palestra, siglo VI a. C.
Escena de lucha, cerámica de 470 a. C.