Persecución a los cristianos

Durante estos conflictos, los miembros de las distintas confesiones se persiguieron mutuamente con frecuencia y protagonizaron violencia sectaria.

El término «los cristianos» es usado con frecuencia en una forma indiscriminada que ha sido causa de controversia.

Pedro y Juan fueron encarcelados por los jefes judíos, incluido el sumo sacerdote Ananías, quien no obstante los liberó más tarde (Hechos 4:1-21).

En otro momento, todos los apóstoles fueron encarcelados por el sumo sacerdote y otros saduceos, pero fueron liberados por un ángel (Hechos 5:17-19).

Esta oposición judía fue un potente motor para plantar en Roma la semilla del odio al incipiente cristianismo.

El Nuevo Testamento relata la lapidación de Esteban (Hechos 6:8-7:60) por miembros del Sanedrín.

Según el Nuevo Testamento, esta persecución continuó hasta que Saulo se convirtió al cristianismo (y cambió su nombre a Pablo), tras decir que había visto una luz brillante y oído la voz de Jesús en el camino hacia Damasco, donde estaba viajando para encarcelar a más cristianos (Hechos 9:1-22).

Estaban esperándole en las puertas del pueblo, pero los evadió al ser bajado sobre el muro de la ciudad en una canasta por otros cristianos y luego escapó hacia Jerusalén.

Comprensiblemente, tuvo dificultad al principio para convencer a los cristianos de Jerusalén que él, su antiguo perseguidor, se había convertido y de que ahora estaba siendo perseguido a su vez (Hechos 9:26-27).

Sobre la base de diversos testimonios[1]​ se afirma que durante la segunda mitad del siglo I, todo el siglo II y hasta el siglo IV, los cristianos fueron también perseguidos por autoridades del Imperio romano, que consideraba a los cristianos, ya sea como judíos sediciosos (recordando que en el año 70 los judíos armaron una revuelta en Judea que originó la destrucción de Jerusalén y la deportación de los judíos de su territorio a manos romanas), o como rebeldes políticos.

El historiador Suetonio menciona la expulsión de los judíos por los altercados habidos en Roma en tiempo del emperador Claudio «por un tal Cresto», a quien cabe identificar con Cristo, cuyas doctrinas debían haber sido divulgadas por emigrantes o esclavos judíos en Roma.

Tertuliano, en su Apología contra los gentiles, escrita en el año 200, explica cuáles eran los delitos que la fama imputaba a los cristianos:

Los componentes ideológicos potencialmente subversivos de las doctrinas y costumbres cristianas debieron ser tomadas como una amenaza para el statu quo del orden social romano y una amenaza, sobre todo para las clases privilegiadas de ese orden.

Hubo diez grandes persecuciones romanas contra el cristianismo, denominadas generalmente con el nombre de los emperadores que las decretaron: las de Nerón, Domiciano, Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo, Maximiano, Decio, Valeriano, Aureliano y Diocleciano.

Para identificarse habrían utilizado símbolos que a ojos romanos no fueran evidentes, como el símbolo del Pez (Ichthys, o ΙΧΘΥΣ en griego), acrónimo que significaba para ellos Iēsoûs CHristós THeoû hYiós Sōtér, 'Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador'.

Entre los numerosos cristianos martirizados durante esta persecución estaban Simeón, obispo de Jerusalén, que fue crucificado.

Flavia, hija de un senador romano, fue asimismo desterrada al Ponto; y se dictó una ley diciendo: «Que ningún cristiano, una vez traído ante un tribunal, quede exento de castigo sin que renuncie a su religión».

Durante su reinado, Clemente de Alejandría dejó escrito: «Muchos mártires son quemados a diario, confinados o decapitados, ante nuestros ojos».

Leonidas, defensor del cristianismo, fue decapitado; su hijo Orígenes fue perdonado porque su madre escondió su ropa.

Una joven fue cruelmente torturada y luego quemada en una caldera de brea ardiente con su madre.

La persecución de Decio arrojó numerosos eremitas a los bosques; entre sus mártires se encuentra el papa San Fabián y Santa Águeda; el célebre Orígenes sufrió tales tormentos que murió después a consecuencia de ellos.

Fue instigado a ella por los césares Maximiano y Galerio; hasta ciudades enteras cristianas fueron arrasadas.

Fue tan larga esta persecución que fue llamada la Era de los mártires, y entre los más célebres se cuentan, Sebastián, Pancracio e Inés.

Al ser proclamado augusto en el año 361, Juliano de inmediato declaró su fe a los antiguos dioses romanos y buscó provocar un renacimiento pagano.

La Persecución de Lyon fue precedida por la violencia colectiva, incluyendo asaltos, robos y lapidaciones.

Según la documentación del Imperio, la primera gran persecución tuvo lugar bajo Maximino el Tracio, aunque sólo afectó al clero.

Los cristianos huyeron a refugios en el campo, y algunos compraron sus certificados de sacrificio, denominados libelli.

[9]​[10]​[11]​ Mártires coreanos, fueron contados por miles como víctimas de la persecución religiosa contra la Iglesia católica durante el siglo XIX en Corea.

[23]​ Ese mismo mes de agosto de 2010, monseñor Mario Toso, Secretario del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, declaró que los cristianos eran el grupo religioso más perseguido en el mundo.

[29]​ La iglesia cristiana, católica ortodoxa, ha sufrido persecución en regiones y países a través de diferentes épocas.

Antorchas de Nerón (1877), pintura de Henryk Siemiradzki que representa la persecución de cristianos por Nerón .
La obra representa la decapitación del apóstol San Pablo, llamado el Apóstol de los Gentiles, que según la tradición tuvo lugar en Roma durante la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Nerón.
La última oración de los mártires cristianos , Jean-Léon Gérôme (1883).
Niña cristiana india después de haber sufrido quemaduras en la cara por recibir agua hervida por parte de nacionalistas indios de religión hinduista .