Si bien la gramática es un estudio antiguo, el enfoque no tradicional de la lingüística moderna tiene varias fuentes.
El objetivo es describir las lenguas caracterizando el conocimiento tácito que los hablantes tienen de ellas y determinar cómo las adquieren estos.
Ha existido cierta discusión sobre si la lingüística debe considerarse una ciencia social o más bien parte de la psicología.
Por eso plantea que el estudio de la lengua debe realizarse diacrónica y sincrónicamente.
En consecuencia, Saussure deja a un lado la historia de las lenguas y las estudia sincrónicamente, en un momento dado del tiempo.
Ya en Alejandría existía una escuela filológica, pero este término se asocia sobre todo con el movimiento científico creado por Friedrich August Wolf, a partir de 1777, que continúa hasta nuestros días.
La lengua no es el único objeto de la filología, que quiere sobre todo fijar, interpretar, comentar los textos.
Sin duda estas investigaciones son las que prepararon la lingüística histórica: los trabajos de Ritschl sobre Plauto pueden ya llamarse lingüísticos, pero, en ese terreno, la crítica filológica falla en un punto: en que se atiene demasiado servilmente a la lengua escrita, y olvida la lengua viva.
En 1816, en una obra titulada Sistema de la conjugación del sánscrito, Franz Bopp estudió las relaciones que unen el sánscrito con el germánico, el griego, el latín, etc. y comprendió que las relaciones entre lenguas parientes podían convertirse en una ciencia autónoma.
Pero esta escuela, con haber tenido el mérito indisputable de abrir un campo nuevo y fecundo, no llegó a constituir la verdadera ciencia lingüística.
Ferdinand de Saussure) La lingüística moderna tiene su comienzo en el siglo XIX con las actividades de los conocidos como neogramáticos que, gracias al descubrimiento del sánscrito, pudieron comparar las lenguas y reconstruir una supuesta lengua original, el idioma protoindoeuropeo.
En esta perspectiva la lingüística es considerada como una parte de la psicología o más exactamente la ciencia cognitiva.
Por oposición a ella, las escuelas tradicionales chomskiana y saussuriana reciben conjuntamente el nombre de formalistas.
La figura más relevante dentro de esta corriente tal vez sea el lingüista neerlandés Simon C. Dik, autor del libro Functional Grammar.
Tanto el generativismo como el funcionalismo persiguen explicar la naturaleza del lenguaje, no solo la descripción de las estructuras lingüísticas.
[8] El análisis estructural significa diseccionar cada nivel lingüístico: fonético, morfológico, sintáctico y discursivo, hasta las unidades más pequeñas.
En la gramática generativa, se entiende que estos fundamentos incluyen el conocimiento gramatical innato de dominio específico.
En la primera región hasta el siglo XX no existió ninguna entidad estatal, mientras que en Europa la existencia desde antiguo de grandes estados, restringió la diversidad cultural, produciéndose un efecto uniformizador muy importante en cuanto a la diversidad lingüística.
Las lenguas del mundo presentan una gran dispersión en cuanto al número de hablantes.
Esto significa que las lenguas más habladas acumulan un número de hablantes desproporcionadamente alto y por eso la media anterior es engañosa respecto a la distribución.