Cambio lingüístico

Dos factores que han intervenido desde siempre en el cambio lingüístico han sido los préstamos y la analogía, el primero es un ejemplo de causa externa y el segundo de causa interna.

En la lingüística del siglo XIX, el lenguaje se consideraba como un ser biológico con su nacimiento, desarrollo o evolución, y muerte.

Cada fase del desarrollo está marcada por una serie de cambios lingüísticos.

En los últimos años del siglo XX, sin embargo, la sociolingüística ha introducido nuevas teorías, gracias a los trabajos de Labov, sus discípulos y seguidores, que han aportado modificaciones radicales a los postulados clásicos del cambio lingüístico propugnados por los neogramáticos.

Esta variabilidad o variacionismo es observable también en las comunidades del habla a las que pertenecen los individuos.

Igualmente varios estudios han establecido, que aunque aparentemente el cambio lingüístico es progresivo, la variación intergeneracional suele ser más importante que la variabilidad individual, es decir, el habla de las generaciones jóvenes no corresponde exactamente a la de los adultos,[1]​ y ese efecto acumulado produce un cambio tras varias generaciones.

donde: En el nivel fonético-fonológico es un cambio influido básicamente por factores internos, relacionados con las propiedades articulatorias o facilidad de articulación como la asimilación fonética, la disimilación y otros fenómenos como la epéntesis o elisión de sonidos.

Una causa externa similar a la anterior sería la influencia del adstrato lingüístico.

Otro papel importante relacionado con minimización de la información superflua es la regularización analógica por la cual los patrones morfológicos residuales o marginales son substituidos por otros patrones flexivos más extendidos o generalizados, eliminándose así formas arcaicas, irregulares o singulares, en favor de modelos de flexión más ampliamente usados.