Los investigadores de los estudios culturales a menudo se interesan por cómo un determinado fenómeno se refiere a cuestiones de ideología, nacionalidad, etnia, género y clase social.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Gran Bretaña estaba muy endeudada y debió llevar adelante una ardua reconstrucción de su economía.
Hasta su muerte en febrero de 2014 Stuart Hall, que sucedió a Hoggart, fue el director del centro.
Por su parte, los investigadores estadounidenses toman a la cultura popular por aquella que consume el pueblo, y en ella está el cine, la televisión, la música, etc.
Sus influencias pueden verse en los trabajos de Raymond Williams, Stuart Hall y Paul Gilroy.
Los no marxistas sugieren que hay diferentes formas de consumo cultural (artefactos).
Algunos desafían esta idea, porque las personas leen, reciben e interpretan los textos culturales.
Según este modelo, en la producción de un artefacto cultural se dan diversos momentos estrechamente interrelacionados.
Sin embargo, en una época en la que la derecha ha empezado a desarrollar su propia política cultural, que tiene como eje la reconquista de las instituciones académicas y, en particular, los fundamentos de las universidades mismas; no parece adecuado continuar pensando en la política académica y la política de los intelectuales como una cuestión exclusivamente “académica”.
En ese sentido, los Estudios Culturales son pos-disciplinarios; pero a pesar de eso, o tal vez precisamente por dicha razón, uno de los ejes fundamentales que los sigue definiendo es su relación con las disciplinas establecidas.
James Curran, siguiendo a Hall, reitera la innovación de dar autonomía al funcionamiento ideológico en la sociedad mediática.
Entre estas dos posiciones divergentes se evalúan hoy las ambivalencias del culturalismo de Birgminham.
Lo cotidiano se convierte entonces en el núcleo fundamental para caracterizar las otras dinámicas colectivas que consolidan un tipo de sociedad que para los sociólogos conservadores se define como posindustrial tecnológica, y para el último neo-estructuralista como de la post-modernidad.
Estaríamos construyendo así un tipo de receptor pasivo que observa el problema indiferente, incluso lo conoce con detalle, pero nunca interviene en el mismo.
Como consecuencia, la cultura termina convirtiéndose en mercancía lo cual deriva en una trivialización y estandarización de los contenidos culturales.
Por el contrario, las audiencias pertenecen a grupos muy diversos que presentan por tanto múltiples diferencias culturales.
Las audiencias están ahora segmentadas lo cual fragmenta o diluye en cierta manera el concepto de masa como bloque uniforme.
El receptor adopta una posición activa que constituye una diferencia fundamental respecto al planteamiento pesimista de los críticos.