Estados Pontificios

[1]​ En su máxima extensión, cubrieron las regiones italianas modernas de Lacio, Las Marcas, Umbría y Emilia-Romaña.

Esteban volvió a suplicar al rey para que eliminara la amenaza de los lombardos.

[3]​[4]​[5]​ No obstante, el papa siguió considerando al emperador como soberano formal del territorio.

Adriano I, papa desde 774, invocó de nuevo en este trance a los francos para que le dispensasen su protección.

En 855, con la abdicación y muerte del emperador Lotario I, Luis II, que ya era rey de Italia, no obtuvo territorios al norte de los Alpes, y al quedar como soberano italiano, se identificó el título imperial con el reino italiano.

Cuando en 1080 Gregorio VII precisó el auxilio militar del normando, le otorgó su apostólico beneplácito a las conquistas a cambio de una formal declaración de vasallaje hacia la Santa Sede sobre todos los territorios ganados.

Inocencio III dio un impulso decisivo a la consolidación y engrandecimiento de los Estados Pontificios.

Los Estados Pontificios volvieron a pasar por un difícil trance durante el imperio de Federico II (1215-1251).

Los Estados Pontificios no podían sustraerse a los acontecimientos que se estaban produciendo en la convulsa Italia de mediados del siglo XIV.

Era precisa una actuación resuelta y aplastante contra todos aquellos rebeldes si se quería reunificar el patrimonio de San Pedro.

Dos años después (1353), entronizado ya Inocencio VI, portando una bula por la que se le nombraba legado plenipotenciario del papa para los Estados Pontificios, se aplicó Gil de Albornoz a la misión encomendada, consiguiendo militarmente todos sus objetivos.

Albornoz también redactó y puso en práctica el primer marco jurídico específico para los Estados Pontificios, las Constitutiones Aegidianae (las Constituciones Egidianas –por Egidio, esto es, por Gil) que siguieron en funcionamiento hasta los Pactos de Letrán (1929) que fundan la Ciudad del Vaticano.

En los albores del siglo XVI, el territorio papal se expandió enormemente, sobre todo bajo los papas Alejandro VI y Julio II.

Venecia no pudo oponer resistencia a tan potente enemigo y resultó derrotada en la batalla de Agnadello en 1509, dejando al papa sin rival.

Lo consiguió tras dura lucha, pero lo que nunca lograría es liberar a Italia del dominio español que perduraría intensa y prolongadamente, en especial durante los reinados de Carlos I y Felipe II, aunque estos nunca acrecentaron sus posesiones a costa de los Estados Pontificios.

El condado Venesino y Aviñón pertenecían a los Estados Pontificios, formando un enclave en suelo francés.

Pero el papa supuso pronto un estorbo en los planes del emperador, en noviembre de 1807 las tropas francesas ocupaban Urbino, Macerata, Fermo y Spoleto.

En 1831, el mismo año en que era nombrado papa Gregorio XVI, estalló un levantamiento en Módena, seguido de otro en Reggio y poco después en Bolonia, donde se arrió la bandera episcopal y se izó en su lugar la tricolor.

En cuestión de semanas, todos los Estados Pontificios ardían en la hoguera revolucionaria y se proclamaba un Gobierno provisional.

Con verdadera urgencia se dieron cita en Roma representantes de Austria, Rusia, Inglaterra, Francia y Prusia, las cinco grandes potencias del momento, para analizar la situación y elaborar un dictamen sobre las reformas que a su juicio era necesario introducir en la administración de los Estados Pontificios.

No todas las sugerencias realizadas en tal sentido fueron aceptadas por Gregorio XVI, pero sí las suficientes como para que los cambios en materia de justicia, administración, finanzas y otras fuesen palpables.

Unidas sus fuerzas a las del papa, fue tarea fácil tomar Cesena y Bolonia, focos de la protesta revolucionaria.

Pudieron ser expulsadas aunque no reducidas, de forma que, si bien abandonaron Rímini, llevaron la revolución a Toscana.

Los aires revolucionarios que soplaban con fuerza por toda Italia derivaron en corrientes impulsoras de la unidad nacional.

El rey sardo-piamontés Carlos Alberto asumió las iniciativas en pro de tal unidad y declaró la guerra a Austria.

Pío IX reunió ocho mil soldados en un desesperado intento de resistir, pero el insuficiente ejército episcopal no pudo contener a las divisiones italianas que marcharon sobre Roma.

Esta implicaba necesariamente el fin de los Estados Pontificios, a lo que Pío IX se opuso tenazmente.

Los Estados Pontificios fueron incorporados al nuevo Reino de la Italia unificada, bajo el rey Víctor Manuel II.

La nueva y más compleja división provincial, aún no trazada en 1701, en el momento del primer censo (parcial) del siglo XVIII, se implementará plenamente en los veinte años siguientes y se reflejará íntegramente en el censo posterior (1767-1769).

La donación de Pipino el Breve .
La Plaza de San Pedro hacia 1870.
Mapa de Italia en 1796, mostrando los Estados Pontificios antes de las guerras Napoleónicas que cambiaron el mapa de Italia.
Bandera de los Estados Pontificios (1808-1870)
Mapa de los Estados Pontificios; el área rojiza fue anexionada al Reino de Italia en 1860, el resto (en color gris) en 1870.
Organización territorial de los Estados Pontificios alrededor del año 1850.
En naranja, la Comarca de Roma , que no era una delegación, sino una provincia con carácter especial.