Informes de su tiempo concuerdan con su desinterés por lo espiritual, su afición a placeres groseros y su vida disoluta sin inhibiciones.
Este pacto se mantuvo solo durante el tiempo que Otón permaneció en Roma, ya que cuando el emperador abandonó Italia, Juan XII, rompiendo su juramento de fidelidad, buscó alianzas con los bizantinos, los húngaros y los príncipes italianos para desembarazarse del flamante emperador.
Finalmente, a solicitud de los allí reunidos, Otón depuso al papa.
[2] Inmediatamente después eligieron para sustituirlo al secretario del emperador, León, un seglar que recibió las órdenes sagradas ese mismo día y que tomó el nombre de León VIII.
Según Chamberlin, Juan XII fue “un Calígula cristiano cuyos crímenes fueron particularmente horribles por el cargo que ocupó”.